Remeras blancas
Verano. Remeras
blancas que, según dicen, sirven para aguantar mejor los rayos del sol. Remeras
blancas que muestran la pureza. Blanco como el algodón, como la espuma que
generan las olas del mar cuando rompen, como las límpidas nubes flotando allá
en el cielo. Blancos también son los guardapolvos de los niños en las escuelas,
la nieve que cubre los paisajes gélidos, los glaciares, la sal, la leche
que nutre a los cuerpos a temprana edad, las hojas de papel, las frías lunas de
invierno, la espuma que deja el jabón al lavar la ropa. Toda esa pureza blanca.
Esa inocencia reflejada ahora en las remeras. Remeras blancas. Livianas. Dicen
que bancan mejor el calor.
Todo muy lindo.
Al no ser por otras cosas. En las remeras blancas se notan mas las manchas.
Sumado a que en ciertas partes, producto de la transpiración toma un color
cremita. Entonces hay que llevarlas a lavar. O hacerlo uno mismo. Una vez
vueltas a usar aprietan. Quedan mas ajustadas. Achicadas. Como si alguien les
hubiera quitado un trozo de tela. Al pegarse con mayor facilidad a la piel
lleva a que esta transpire mas. Y la remera se manche otra vez de sudor dándole
ese tono beige. La lavamos de nuevo. Se vuelve a consumir. Nos aprieta aún mas.
Logrando que se ensucie con mayor facilidad. Provocando un círculo vicioso. Se
mancha. La lavamos. Nos ajusta. Se ensucia con mayor frecuencia. La volvemos a
lavar. Nos aprieta mas que antes.
Llegando un
momento donde ya no nos entra. O lo hace de manera incomodísima. Entonces
dejamos de usarla. Cosa que no pasa con tanta facilidad con las remeras de otro
color.