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domingo, 10 de diciembre de 2023

Las caries

Martín vivía en un departamento ubicado en Villa Crespo. Pidió turno en un centro odontológico para sacarse una carie que tenía en la muela superior derecha. Este sitio quedaba a pocas cuadras de su domicilio. Hacía varios meses que tenía esa carie. Pero en las últimas semanas la molestia se le iba agravando. Dolores, sangrado.

Martín vendía productos de regalería y bazar por internet. Compraba al por mayo en Once, los guardaba en un dormitorio y cuando le pedían los iba a entregar o los enviaba por moto si le resultaba lejos. Los jueves por la tarde iba a un taller literario. Le gustaba escribir. Y sentía que yendo a un taller lo incentivaba. 

Hasta que por fin le llegó el día. Almorzó arroz con ensalada. Después se lavó los dientes y se dio una ducha. Como ese sitio le quedaba cerca fue caminando. Al llegar la secretaria le pidió los datos y le dijo que se siente a esperar su turno. Una vez que lo llamaron una mujer con delantal blanco, anteojos y cabello rubio lo hizo pasar. En ese sitio había otra mujer de cabello negro y guardapolvo celeste. Le dijeron que se acostara en una camilla. A los minutos lo anestesiaron.

Después de varias horas Norma y Oscar, sus padres se extrañaron con que Martín no los haya llamado avisándoles como le fue. Les mandaron mensajes por whatsapp para ver como salió todo. Veían que pasaba el tiempo y estos seguían sin haber sido leídos. Al llamarlo notaron que tenía el teléfono apagado.
Para consolarse pensaban que por ahí se quedó sin batería. Llegó la noche y la situación era igual.

A la mañana siguiente tampoco tuvieron noticias. Intentaban comunicarse y nadie contestaba. Oscar tomó las llaves del auto y ambos fueron a su domicilio. Tocaron timbre y Martín tampoco atendía. Hablaron con el encargado. Este les dijo que la última vez que lo vio fue el lunes a la noche. Un día antes de ir a sacarse la carie.
Probaron en hablar con aquel centro pero respondía un disco. Cuando fueron tocaron el timbre del consultorio sin tener respuestas. Hablaron con la gente que salía o entraba a ese PH pero nadie sabía nada.

Llamaron a la policía. Estos buscaron tanto en la zona donde se hallaba aquella clínica dental y donde vivía Martin. Las cámaras de seguridad tenían la imagen de éste entrando a aquel sitio una tarde de un martes. Algunos vecinos conocían a Martín pero no recordaban la últimas vez que lo vieron, otros no sabían quien era. Algo parecido ocurría con aquel consultorio. Unos pocos sabían que existía porque vieron la placa o les contaron. Pero la gran mayoría no tenía idea.

Martín hace unos meses cumplió 37 años. Era hijo único. No le interesaba casarse ni formar familia. Se sentía cómodo así. Vivía acompañado de Mora. Una gata que encontró hacía algunos años en la puerta de su edificio. Primero le daba de comer. Luego a veces en las noches de frio la llevaba a su departamento. Hasta que una vez optó por albergarla definitivamente. La dejaba dormir en un sillón que tenía en el comedor. Aunque eran varias veces en las que Martin se despertaba y la encontraba a Mora en la cama recostada a su lado.

Sus padres buscaron en las redes información sobre aquel sitio. Aparecían fotos de profesionales y enfermeros sumado a días y horarios que cada uno atendía. También imágenes de dientes blancos y bocas sonrientes junto a todos los servicios que hacían. Implantes, radiografías, cirugías, limpieza bucal, prótesis, ortodoncias, blanqueamiento, etc. Las opiniones que dejaba la gente generalmente eran buenas. Comentarios como “excelente atención, trato amable, precio razonable, etc” y las soluciones a problemas de gingivitis, bruxismo o dientes amarillos. Por ahí había algún otro que se quejaba por la impuntualidad, demoras en atender los mensajes o el largo tiempo que daban los turnos.
Cuando fueron a la puntuación mas baja se encontraron con palabras como “secuestradores”, “asesinos”, “estafadores”. Y testimonios de gente que pagó cirugías por adelantado y cuando les llegó el turno no había nadie en ese sitio sin poder volverse a comunicar. Otros que fallecieron mientras los atendían. Sumado a personas que después de que algún amigo o familiar asistió a esa clínica no supieron más de ellos.
Al leer esto último a los padres de Martín les produjo escalofríos. Notaron que las opiniones buenas iban desde días atrás hasta pasada una década. En cambio las otras, que eran minoritarias tenían mas de cinco años de antiguedad. 
También descubrieron que no era un solo centro. Sino que contaba con varias sucursales. San Isidro, Belgrano, Palermo, Flores, Villa Crespo, Devoto, Lanús, Ramos Mejía.

Las demás personas con quien Martín se relacionaba tampoco supieron mas de él. Los profes y compañeros del taller literario como los clientes mas habituales que tenía
En el grupo de watsapp que compartía Martín con algunos amigos que a veces se juntaban para tomar algo, hacer salidas o festejar cumpleaños hace rato que no participaba. Probaron en comunicarse con él y era como si hubiese desaparecido. Los whatsapp que mandaban no eran leídos, llamaban y del otro lado nadie contestaba.

Un día varios de ellos fueron a su domicilio para ver lo que ocurría. Tocaron timbre y nadie contestaba. Le preguntaron al encargado. Este justo estaba en la puerta hablando con otra persona. Les dijo que era como si se lo hubiese tragado la tierra. Que desapareció hace poco mas de una semana y nadie lo volvió a ver. También les contó que la última vez que lo vieron fue antes de ir al odontólogo a sacarse una carie. Les dio el número de Norma para que se comunicaran con ella por cualquier cosa.

Norma y Oscar no paraban de hurgar en internet sobre aquel sitio. Encontraron noticias viejas de matanzas, extorsiones, desapariciones, negocios ilegales, arreglos con la policía. Por lo que pudieron averiguar cada tanto mataban a los pacientes para vender sus órganos. Tenían compradores en el exterior que les pagaban en euros y dólares. Un 20% de lo recaudado lo destinaban a jueces, abogados y personal policial a cambio de protección. Y otro 20% a publicidad y supuestos pacientes para que llenen las opiniones con buenos comentarios. Si alguien los denunciaba mandaban sicarios para hacer desaparecerlo. Tampoco atendían en todas las sucursales a la vez. Iban rotando. Cada sucursal primero atendía al público durante un tiempo, después era usada como depósito de cadáveres, cuchillos, guantes, remedios, etc. Mas tarde como albergue de los órganos que sacaban de los cuerpos donde los colocaban prolijamente en heladeras y congeladores para ser vendidos. Una vez que quedaba vacía permanecía un tiempo cerrada. 
Hasta que después de varios años volvían a atender al público iniciando otra vez el proceso.
Aunque tampoco mataban a todos los pacientes. A la mayoría lo atendían de manera normal para no llamar la atención. Otro punto de recaudación era el cobro por adelantado. Pacientes que pagaban en cuotas para una operación y llegado el momento se mudaban a alguna de las otras sucursales y cambiaban los números de teléfono.

Un día Norma recibió un llamado de Pablo, un amigo de Martín. Norma le explicó todo lo sucedido. Que la última vez que hablaron con su hijo fueron dos horas antes de que se vaya a sacar la carie. Después no supieron más. También le comentó todas las cosas que vieron en las redes sobre esa clínica dental para que no fueran.

A los pocos días tanto los padres como amigos de Martin fueron a hacerle un escrache a ese centro en la sucursal Villa Crespo. Repartían folletos impresos con las cosas aberrantes que hacían, las direcciones y teléfonos de todas sus sucursales, con parlantes alertaban a los transeúntes a no ir y hacían pintadas en las paredes y vereda de aquel PH con consignas tildándolos de asesinos y delincuentes. Al rato llegaron varios patrulleros. Se bajaron policías que empezaron a pegarles para que se vayan.

Una noche cundo Norma y Oscar dormían fueron sorprendidos por cuatro individuos encapuchados. Estos los maniataron mientras les apuntaban a la cabeza amenazándolos con matarlos en caso de que gritaran. Luego los envolvieron con sábanas para subirlos a una camioneta y partir.