Red de escritores en español

sábado, 26 de octubre de 2019

Los años de Martin

Martin se ganaba la vida trabajando en un bazar. Llego allí por la ayuda su tío. Hace aproximadamente seis años.  Quien era amigo del dueño y lo tomó para que atendiera el local. Como se desempeñaba bien continuó allí.  Antes estaba desocupado. Tampoco estudiaba. Ya que a los pocos meses de comenzar la carrera de medicina notaba que lo absorbía, que eran demasiadas cosas.

 Aparte de no sentir la misma pasión por esa profesión como en tiempos  anteriores.

Hace poco cumplió treinta años. Estaba triste. Se sentía solo. Los  amigos con los que salia antes ya se habían casado, puesto de novios o eran padres. Lo mismo que su hermano. En cambio él no llego a hacer nada de eso. Estaba deprimido. Iba de su casa al trabajo o al super a comprar las cosas que le faltaban. Por ahí algun sábado a la noche para despejarse y olvidarse un rato salía a a tomar alguna cerveza en algun bar. Si no se la pasaba todo el tiempo en su casa escuchando música, jugando con la computadora, viendo cosas en tv, en internet, leyendo.

Tras bajarse del colectivo lo siguió un hombre mayor, de larga barba, vestido con ropas gastadas. Paro en un kiosco. Este lo esperó. Al pagar el alfajor que compró siguió su camino. Giró su cabeza y notó que avanzaba detrás suyo. Aunque por su lento caminar no lo podía alcanzar.

Hasta que finalmente Martin llegó a su departamento.

Otra tarde Martin lo encontró nuevamente. Esta vez cuando salió de una verdulería. Le dijo algo. Martin no le prestó atencion. Vio que lo volvía a seguir. Se acordó que le faltaba comprar pan. Cruzó a la panadería situada enfrente. Cuando abandonó el local otra vez se le apareció este hombre. Le gritaba, hacia movimientos con sus brazos. Martin no le llevaba el apunte. Pensaba que no estaba muy bien. Regresó a su domicilio.


Un sábado a la noche fue a un bar. Pidió una cerveza de litro. Como siempre iba solo. Ya que no tenía a nadie con quien hacerlo. Mientras estaba en una mesa se sentó a su lado esa persona. Martin no tenía demasiado que hacer ni con quien hablar. Se dispuso a escucharlo. Este le decía que trate de modificar su vida. Que intente hacer algo que le gustara, ver cosas nuevas, conocer gente, realizar actividades junto a otras personas. Ademas de darle a entender que de esa manera terminaría solo toda la vida. Completamente aislado. Sin nadie a su alrededor. Como le explicó que se hallaba él. Una vez que terminó de decirle esas últimas palabras se levantó y se fue. Martin le gritó que se quedara pero aquel hombre no lo escuchó.


Pasaban los días sin que Martin tuviera noticias de esa persona. Jamás la volvió a ver. Ni cuando se bajaba del colectivo, al hacer las compras o regresar a su hogar. 

Continuaba con su vida rutinaria mientras los meses transcurrían. Sentía que le caló hondo las cosas que le había dicho aquella persona. Ahora deseaba volver a encontrarla para seguir conversando. 
Una mañana lo despertó el celular. Era su jefe. Se quedó dormido. Soño que cantaba en un coro junto a varias personas mas. Luego de terminar lo apaudían un monton de gente. Tanto a él como a los demas. 

Mientras viajaba a su trabajo no dejaba de pensar en aquel sueño. Sentía que todas estas cosas eran un llamado de atención. Notaba que era el momento de dar un giro y hacer algo diferente en su vida.



domingo, 13 de octubre de 2019

Gabriela y Ana

Gabriela y Ana

Gabriela vivia en Tostado, provincia de Santa Fe. Su madre era maestra. Ella era artista. Escribía, pintaba, componía canciones. Sin embargo trabajaba en un almacén que era de su padre. Cada vez se sentía mas incómoda allí. Notaba que ese lugar le quedaba chico. Haciendo siempre lo mismo,  hablando o viendo a la misma gente. A no ser por alguien que haya fallecido o ido del pueblo. Estaba cada vez mas cerca de llegar a las tres décadas de vida. 

Su idea era irse a vivir a Buenos Aires. Una ciudad grande, donde nadie la conozca. Y con muchas mas posibilidades de desarrollarse artísticamente. Pero se quedaba allí por su madre. Era hija única. Su padre murió hace varios años en un accidente automovilístico. 

Ana enseñaba por la mañana historia en una escuela de Balvanera. Y por la tarde en un colegio de Saavedra. Hace mas de veinte años que lo viene haciendo.  Aunque siempre estuvo radicada en Mataderos. Desde que nació. Hace mas de cinco décadas. A sus padres ya no los tenía. Era separada. Su hijo alquilaba un departamento con su novia en Flores. 

Ana estaba cansada del ritmo de la ciudad. Los horarios, las distancias, el tránsito. Levantarse a tal hora y salir disparada para no llegar tarde. Al regresar tener que ver si tiene algo para comer. Si no es así irse a comprar, cambiarse, bañarse, preparar la comida. Cada vez lo soportaba menos. Pensaba que todo eso le quitaba tiempo y concentración a lo que realmente sabe y le gusta. A esa edad deseaba irse. Hacer lo mismo pero en un sitio mas tranquilo. 

Los años pasaban en la ciudad de Tostado y Gabriela seguía con su rutina. Solo que ahora debía cuidar a su madre. Tenía cancer de hígado y ya no daba clases. Estaba todo el tiempo en la casa. Acostada, sentada viendo tv o escuchando la radio. Gabriela se encargaba de llevarla al hospital para hacerle los controles, comprar los remedios. Cuando iba a atender al almacén le dejaba las llaves de la casa a una vecina para que la viera. 

Ana seguía con su lucha en Buenos Aires. Cada vez angustiada. Sentía que cada día le costaba mas todo. Hasta hubo veces que se quedó dormida. Sumado a que tambies mas seguido le venía fiebre, dolores estomacales.

Meses después hubo una mañana en la que Gabriela fue a la pieza de su madre. Ella permanecía quieta con los ojos cerrados. Gabriela Se sentó a su lado. La tocaba. Pero era en vano. Gabriela se quebró en llanto. 

Mientras tanto Ana sentía que no podía mas a este ritmo. Se planteo dejar la profesión. 

Las semanas pasaban y Gabriela sentía que en Tostado ya no tenía a nadie. Tampoco tenía demasiadas amigas. Deseaba abandonar la ciudad e irse a Buenos Aires. Se contactó por facebook o watsapp con varios contactos que había visto en las redes.

Ana empezó a buscar avisos docentes en el interior del país. 

Al año siguiente Gabriela alquilaba un departamento con dos chicas en Almagro. Se hablaba por internet desde hace años. Sus compañeras no tuvieron problemas en compartir su habitación con Gabriela. 

A la vez que Ana se hallaba parando en un hotel en Tostado. Le habían comunicado que podría ejercer la docencia allí. Ya que hace años falleció una maestra y no quedaban demasiadas en el pueblo. 

Una de las compañeras de Gabriela le dijo que una amiga le contó de una señora que vivía en Mataderos, a una cuadra de ella, que abandonó la casa. No sabía bien que hacía pero la escucho hablar que se hartó de la ciudad.

A Ana le dijeron la historia de la maestra. Que su hija única no quiso seguir en el pueblo ni en el almacén de su padre. A la vez que le mostraron la casa. A Ana no le parecio mala idea quedarse allí. Era lo que soñaba. Un lugar tranquilo. Donde podría tener mas tiempo para todo. Despertarse con el canto de los pájaros. Ver mas verde. A la noche contemplar mejor las estrellas. Lejos de las bocinas, los edificios, las corridas.

Gabriela fue a ver el sitio donde vivía Ana. Al ver que estaba en condiciones optó por quedarse allí. Y de paso no molestaría a sus compañeras. Sentía que se le abría todo un mundo por delante. Pensaba dar clases particulares de escritura, pintura. Además de ir a mostrar sus cosas en centros culturales, participar de talleres, anotarse en la universidad.

Pasaron cinco años cuando Ana quiso ir a ver como estaba su viejo domicilio de Mataderos. 
Le pareció extraño que su llave no entrara en la cerradura. Toco el timbre. Oyó la voz de Gabriela. Esta la atendió por un pequeño mirador de vidrio que había en la puerta. Ana se cansó de decirle que es la dueña de esa casa. Gabriela finalmente le abrió. Ana le mostró el celular con fotos con ella en su casa. Le preguntó quien era. 

Una vez que Gabriela le contestó Ana se quebró. Le dijo que sabía su historia por lo que le dijeron en Tostado. Gabriela le hizo saber que una amiga de una compañera suya tambien le contó lo de ella. Se abrazaron. Gabriela la hizo entrar. Preparó un café.

Hablaron de todo un poco. De los padres, ex novios, hijos. De los diferentes ritmos de vida entre la ciudad y los pequeños pueblos. De lo que es mejor para cada uno. Sumado a interminables charlas sobre educación, docencia, arte. Sus dificultades que atraviesa, las contradicciones, los puntos en el que se avanzó. Se hicieron amigas. 

Ana le hizo saber sobre ciertos acontecimientos históricos que Gabrlela desconocía y Gabriela sobre arte ,pintores y escritores santafesinos.

Para las vacaciones de verano Ana la invito a Gabriela a pasar unos días en su vieja casa en Tostado.