Un buen día
Mariano apenas despertó quitó el modo avión de su celular para ver si
había algo nuevo. Se encontró con una gran cantidad de WhatsApp de amigos,
familiares, ex parejas saludándolo y deseándole un buen día. Le pareció raro.
No era su cumpleaños, tampoco una fecha especial. Puso la tv como todas las
mañanas antes de levantarse. Quería saber cómo estaba el tiempo, el tránsito o
si había alguna noticia importante. Notó que los panelistas al iniciar los
programas se saludaban besándose en la mejilla.
Los movileros que se hallaban en la estación Constitución preguntando a
los transeúntes cosas sobre la política y economía esta vez también les convidaban
con un café. Muchos de estos que como contrapartida les daban chipá, medialunas
o alfajores que compraban.
Mariano trabajaba en un local de ropa situado en Flores.
Cuando salió se sorprendió al ver que en la entrada del edificio había
una máquina para servirse agua y otra para leche, té o café.
Al llegar a la parada del colectivo la gente que esperaba en la fila le
extendía la mano para saludarlo. Lo mismo hacían con las personas que se iban
sumando. Mariano empezó a copiarlos.
Cuando llegó el colectivo el chofer paró la unidad. Saludó y besó uno
por uno a todos los que subían. Les dijo que ese día no tienen que pagar el
viaje.
Mariano vio que ese comportamiento lo repetía en todo el recorrido. Al
mirar por las ventanillas se enteró que muchos vecinos les regalaban a los
barrenderos tazas de adorno, llaveros, atados de cigarrillos. En las obras
muchas personas que pasaban les daban agua y gaseosas a los albañiles. Estos a
la vez los abrazaban y les convidaban mate.
Ya en el local de ropa sus compañeros le dieron facturas y galletitas
que trajeron. Al mediodía el dueño del local se encargó de comprar pizzas para
que todos pudieran almorzar. También les dijo que a los clientes que vinieran
ese día no les cobre lo que llevaban.
Cuando regresó la misma historia. No pagó el boleto y el chofer paraba
el coche en cada parada para levantarse a saludar a la gente que subía. Éstos a
la vez le daban botellas de vino, chocolates o alfajores.
Al bajar fue al super a comprar algunas cosas que le faltaban. Atún, galletitas
de agua, cerveza, salsa de tomate y fideos. Cuando salió la cajera lo saludó
abrazándolo. A la vez que le comentó que no tenía que pagar nada por lo que
llevó.
Caminó las tres cuadras que lo separaban de su casa. Veía como la gente
que iba cruzando lo saludaba. Muchos frentistas le ofrecían vasos con agua,
gaseosas, café, té o mate cocido.
Cuando regresó estaba el encargado en la puerta de su edificio. Le dio
un fuerte abrazo deseándole que termine lo que falta del día lo mejor posible.
A la vez le convidó varias tortas fritas que había preparado. Para compensar
Mariano le dio la botella de cerveza que había comprado.
En el grupo de chat de amigos que tenía todos los miembros ponían cosas
parecidas. Uno comentaba que los vecinos lo despertaron para saludarlo y
regalarle pan, manteca y mermelada para el desayuno. Muchos lo besaban, otros
le daban la mano. Otro que al verlo caminar con su pareja muchas personas que
pasaban les daban flores y pulseras además de saludarlos deseándole suerte.
Sumado a un tercero que contó que como ese día su jefe le avisó que no fuera a
trabajar aprovechó para ir a pescar a la laguna de Navarro. Les dijo que no
tuvo que pagar nada de lo que compró para comer y en la cabina de peaje le
regalaban media docena de churros.
A la mañana siguiente Mariano vio que todo volvía a la normalidad. No recibió ningún WhatsApp nuevo. Sólo los que vio la noche anterior antes de acostarse. Los panelistas ya no se saludaban besándose, los movileros que estaban en Constitución solo preguntaban a los transeúntes como solían hacerlo habitualmente, sólo unos pocos respondían. Al salir notó que en la entrada de su edificio desaparecieron las máquinas para servirse agua, te o café. Tuvo que pagar el boleto y todas las cosas que consumía. Nadie saludaba dando los buenos días ni regalaba nada.