sábado, 5 de abril de 2025

Sin nada

 

Sin nada 

La fábrica de sandalias donde Gabriel trabajaba despidió a la tercera parte del personal. Gabriel zafó. No sabría que hacer en caso de que lo echen. Aunque más tarde se les redujo el salario a los empleados que quedaban. Finalmente llegó un momento que esa fábrica cerró definitivamente. Las ventas se redujeron casi a la mitad de lo que era en años anteriores. A la vez que constantemente le aumentaban las materias primas, impuestos y otros gastos como reparación de máquinas, caños, mangueras o tanques que cada tanto había que arreglar. Esas sandalias tampoco podían competir en precio con las importadas.

Gabriel había trabajado allí más de quince años. Le faltaban dos para llegar a los cincuenta.
Se mantuvo un tiempo viviendo con algunos ahorros que tenía sumado al dinero de la idemnización. También vendió la moto y el lavarropa. Ahora no necesitaba viajar tanto. Si lo hacía lo haría en transporte público. Y las pocas cosas que lavaba podía hacerlo a mano. 
Vivía sólo en un departamento.
Preguntaba a vecinos o conocidos si sabían de un trabajo y la respuesta siempre era negativa. Sumado al "apenas sepa te aviso". Lo mismo ocurría cuando preguntaba en los negocios del barrio. 
Gabriel estaba angustiado. No sabía como seguir. Le daba vergüenza pedirle dinero a familiares. Gabriel tenía dos hermanos. Era el mediano. Entre los tres se llevaban seis años. Aunque hace tiempo que no se veían. Sólo se saludaban por whatsapp para los cumpleaños. 
Hace mucho también había estado en pareja con Sebastián. Un chico que trabajaba en una pizzería ubicada a tres cuadras de su casa donde solía comprar los domingos a la noche. Prefería ir en persona así salía un poco. Desde el día que lo vio en la caja sintió una fuerte atracción por aquel. 
Después de tres años Sebastián dejó de verlo a Gabriel. Este le dijo que su padre estaba enfermo y debía irse a Misiones sin saber cuando regresaría. Luego Gabriel se cansó de llamarlo y mandarle whatsapp sin que Sebastián responda. 
Primero lo extrañaba. Después se acostumbro a estar solo. Aunque jamás dejó de recordarlo. A esa pizzería no volvió a ir. 

Gabriel ahora se sentía aterrado al pensar que a este ritmo acabaría viviendo en la calle. Sacó un crédito. Aunque no tenía idea de cuando y como lo pagaría.  
De a poco iba dejando de comprar ciertos cortes de carne, frutas, verduras y medicamentos. Meses más tarde empezaba a deber expensas y ABL. Al siguiente no pago el alquiler. Le rogó al dueño que lo aguantara un tiempo.  
Cada tanto hablaba con algún vecino sobre cuestiones ligadas a la política, fútbol sumado a cosas que pasaban en la cuadra como robos, choques, cortes de luz, etc. No se animaba a entablar charlas demasiado profundas.

Un domingo Gabriel fue a almorzar a la casa de Estela, su madre. Iba casi todos los fines de semana. Depende la hora ella le preparaba torta, empanadas o ravioles. A pesar de promediar las siete décadas Estela seguía trabajando como costurera. Lo hacía en su domicilio. Vivía acompañada de un perro que había encontrado abandonado en la calle. 
Gabriel tomó el colectivo. Al subir se encontró con un estante lleno botellas de agua, jugos, bebidas, sándwiches, empanadas, frutas y dulces. Había varias personas que le decían que se sirviera lo que deseara. Le preguntaban como se siente, si está cansado, si tiene frío o calor. Notó que las ventanillas se hallaban tapadas con cortinas. Del techo sobresalían luces de todos los colores. No había asientos. Solo un par de banquitos. Y detrás había varias camas que terminaban con un baño. Aquellos tripulantes también le avisaron que podía ducharse, lavarse los dientes y acostare en alguna de esas camas. Después de comer Gabriel procedió a hacerlo. Ya acostado levantó una cortina y comprobó que era de noche. Se durmió. 

Tiempo después la luz del sol que pasaba el vidrio y le pegaba en la cara lo despertó. Preguntó la hora. Una señora le dijo que faltaban 20 minutos para las doce.
Se acercó un muchacho. Le dio a elegir entre bajarse o quedarse a vivir para siempre allí. Tenía una hora para decidirse. 
Gabriel primero dudó. Pensaba en su madre. Se angustiaba al pensar que todavía lo estaba esperando para almorzar. Tampoco podía borrar de la mente a Sebastián. En ese colectivo no había señal telefónica. Ninguno de los tripulantes tenía celular. Estaba aislado del mundo exterior. 
No dejaba de extrañar épocas pasadas. Cuando en la primaria su madre lo llevaba a la escuela, lo ayudaba con las materias o lo cuidaba cuando de enfermaba. Los veranos que fue a San Bernardo con sus hermanos y algunos amigos de ellos. El viaje a Córdoba con toda su familia antes de que su padre se peleara y se fuera. La vez que un amigo le enseñó a manejar la moto. El palo que se dio una noche cuando agarró un pozo y su moto se le cayó encima. O los inolvidables momentos que pasó junto a Sebastián. Sumado a las salidas a teatros, parques, bares o boliches que hicieron juntos. 
Sin embargo eligió la segunda opción. Decidió quedarse en ese colectivo dejando atrás la delicada situación por la que se hallaba. Miedo, incertidumbre, deudas y alimentos o remedios que ya no podía comprar. 

8 comentarios:

maría cristina dijo...

Esperemos que ese sueño le dure suficiente, seguro el chofer lo despertará para decirle, señor terminamos el recorrido, aunque se haya pasado de parada llegará a almorzar con su mamá, se anime a contarle su infortunio y ella le ofrezca vivir juntos, un abrazo Gustavo!

Vivir y dejar Vivir...Liz dijo...

♥♥Querido amigo♥♥
Maravilloso relato, es un placer visitarte.
Que la Semana Santa sea una bendición para ti y toda tu familia.
Que la luz de la Semana Santa ilumine nuestros corazones y nos guíe hacia la paz y la serenidad.
Abrazos y te dejo un besito
*♥♫♥**♥♫♥**♥♫♥*--*♥♫♥**♥*

stella dijo...

Narras una historia que puede ser la de cualquier persona de hoy, es una verdadera tristeza
que se pueda perder trabajo y hogar, pero desgraciadamente son muchos
Me ha dejado un tanto triste,
Un abrazo

Gustavo dijo...

Hola María Cristina. Aunque se durmió y después despertó y seguía allí. Y a veces uno por verguenza por ahí no se anima a decirle todo a sus padres. O para evitar que se hagan mala sangre les decimos que está todo bien. Bah, depende también como se lleven.
Un abrazo y feliz semana santa

Gustavo dijo...

Muchas gracias Liz por estar y seguir leyéndome. Lo mismo para vos. Que pases de lo mejor estas fiestas junto a tus seres queridos. Otro beso para vos

Gustavo dijo...

Si Stella. Sobre todo en Argentina que parece que vamos a contramano del mundo. Por suerte yo soy propietario y no tengo problema con el alquiler. Pero se de muchas personas que no la están pasando bien. Pero está difícil. Tampoco se ve que la situación va a mejorar. Al contrario.
Aunque las crisis también se dan a nivel global. Hay países que están mas y menos preparados.
Si el juego del calamar se lo llevaría a la realidad calculo que una gran cantidad de gente participaría.
Otro abrazo para vos!

Vivir y dejar Vivir...Liz dijo...

Oooo......♥Hola♥
(....).... Oooo....♥querido amigo♥
.\..(......(....)...que el amor
..\_)..... )../....llene tu vida y tu corazón
.......... (_/.....paso a desearte, un...
oooO
(....).... Oooo....Feliz Día
.\..(......(....)...Que esta Semana Santa nos inspire a vivir
..\_)..... )../....con bondad, compasión y perdón hacia los demás.
.......... (_/..... Dejando mi huella..

¡¡¡FELICES PASCUAS!!!
Abrazos y te dejo un besito
*♥♫♥**♥♫♥**♥♫♥*--*♥♫♥**♥*

Conchi dijo...

Yo pienso que si a mí me pasara algo así acudiría a mi familia sin dudarlo. Un relato muy triste.

Abeazos.