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sábado, 3 de marzo de 2018

Gualeguaychú. Y muchas ciudades mas...

En Gualeguaychú ya nadie toma agua de la canilla. Muchos también dejaron de bañarse en el río. Una mujer reconoce que siente miedo hasta de respirar. Ninguno que conozca su historia se atrevería a decir que está exagerando.
Antonella González tenía la vida que quería tener a los nueve años. Mamá, papá, cuatro hermanos y la playa de Ñandubaysal cerca de casa. La alegría sólo se interrumpía cuando los neumonólogos insistían en el uso del puff. "Algunos decían que tenía asma y otros, una alergia bronquial, pero Anto solamente había tenido una crisis respiratoria a los cinco años. Lo único que hacía el puff era generarle muchas palpitaciones".
El año pasado Antonella viajó a Santa Fe para pasar las vacaciones de invierno con su tía, que aprovechó para incorporar una nueva opinión. El médico que revisó a Antonella no necesitó hacerle ningún análisis para descubrir que el problema era otro. "Con sólo tocarla se dio cuenta de que tenía el bazo inflamado y que debía internarla de inmediato porque podía ser leucemia", recuerda Natalia.
Antonella volvió a Entre Ríos y un médico privado confirmó el diagnóstico. "La tuve que llevar a un consultorio porque en el hospital de Gualeguaychú no hay niños con cáncer, no hay una lista de chicos que hayan sido diagnosticados alguna vez y tampoco hay oncopediatras. El médico me dijo 'hasta acá llegué' y me aconsejó que la llevara a Buenos Aires."
Lo que pasa en Entre Ríos es el glifosato. Una investigación publicada por la revista internacional Environmental Pollution y realizada por científicos del Conicet reveló que el herbicida volcado en los campos argentinos por el agronegocio no se degrada –por lo tanto, se acumula– y que la concentración de glifosato constatada en Entre Ríos –con epicentro en la localidad de Urdinarrain, dentro del departamento de Gualeguaychú– se encuentra entre las más altas a nivel mundial.
Ya en marzo de 2015, la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer (IARC), que forma parte de la Organización Mundial de la Salud (OMS), concluyó que "existe evidencia suficiente" para relacionar al glifosato con, precisamente, la proliferación de la enfermedad.

ESTO NO LO ESCRIBÍ YO
Fuente:






Antonella y los cánceres de Gualeguaychú


Por Silvana Melo para Agencia Pelota de trapo
Gualeguaychú es un terrón en la provincia de Entre Ríos: la más regada por glifosato, según informes del Conicet. Con Urdinarrain como estrella mundial del veneno sistémico (Environmental Pollution). En Gualeguaychú el 30 % de los muertos mueren de cáncer, mientras que en el país no superan el 20 %.
Entre Ríos es una autopista sojera, capital de un modelo de producción que necesita envenenar para subsistir. Dos días antes de que Antonella muriera, Natalia Bazán habló 28 minutos frente a su celular. La madre de Antonella habló cuando la nena ya dormía y el dolor había sido derogado en las últimas horas de vida. Y dijo que “la vida de nuestros hijos no siga siendo un negocio”. Y dijo que “paren toda esta mierda que mata a nuestros hijos y a otros les llena el bolsillo”.

El periodista Fabián Magnotta, después de la investigación donde surgió que el cáncer en Gualeguaychú superaba la media nacional, publicó en su perfil de Facebook un pedido: “No hay estadísticas sobre cáncer en menores de 18 años en Gualeguaychú. Agradezco información para hacerla”. Decenas de respuestas con nombres, con edades pequeñas, con historias de leucemias y cánceres, con temporadas eternas en el Garrahan, lejos de casa, con muertes absurdas, caprichosas, colonizando espacios donde deberían regir la rayuela y la vertical, la cancha y el burbujero, despacito y el brujo de bulubú, el reggaetón y la bici.
Le llevará un año más a Fabián Magnotta elaborar toda esa muerte aluvional. Pero será él quien lo vuelva a hacer porque las cifras oficiales, si hay, se guardan celosamente. Para no generar segundas investigaciones (por ejemplo, las causas) que puedan fastidiar a los actores -de ubicuidad intensa- de los agronegocios. Que suelen ser diputados, ministros, médicos, empresarios. Es decir, telas de araña que envuelven la voluntad de los pueblos. Que conceden generosamente el trabajo con el que subsisten esos pueblos. Y ante los que pocos se atreven a correr un riesgo que, además de la hipoteca del futuro, a la que ya están resignados, les abroche el vaciamiento del presente.

Antonella murió el lunes a las 10,25 en la Terapia Intensiva del Garrahan. “Las cinco quimios le destrozaron los órganos”, dijo Natalia Bazán. En una provincia arrasada por los agroquímicos, probablemente Anto haya sufrido el castigo de la hierba frágil. Y la terapia con más química la haya quebrado como un cristalito. Acaso no se sepa nunca. Y sólo quede en la canasta de las hipótesis. O en el baúl de los mitos. Para que no se despierten los propietarios de la tierra y el agua. Y se sientan ofendidos por niños que se mueren como daños colaterales.


Como murieron Leila Derudder (14) y Joan Franco (dos años y medio) en 2014 en San Salvador, Entre Ríos. A 200 kilómetros de Gualeguaychú. En esa cuadra donde el cáncer golpeaba a la puerta casa por casa.
La revista internacional Environmental Pollution fue la que publicó el informe de los investigadores del Conicet: Entre Ríos registra los más altos niveles de acumulación de glifosato a nivel mundial. “Dada la enorme cantidad pulverizada y la afectación de los microorganismos encargados de su degradación, el producto no hace más que acumularse en las tierras con todo el riesgo tóxico que esto implica”.





Foto: Pablo Piovano

Es una evidencia científica de la criminalidad del impacto socioambiental del modelo de producción que ha subsistido con éxito desde su blanqueo brutal en 1996 con la entrada de la transgénesis, en un tránsito por neoliberalismos, progresismos y etcéteras, amamantados todos prolijamente por la nueva concentración de poder.
Las evidencias políticas están en la impunidad. En la ceguera judicial que es capaz de negar responsabilidades a pesar de la autopsia en un cuerpito plagado de endosulfán. En la decisión de mantener el modelo como columna y sostén del estado.
Mientras la vida pasaba afuera, desesperada, vertiginosa, Antonella moría el lunes. A las 10,25 de la mañana. Tenía ocho años. Estuvo meses en el Garrahan, enchufada a cables y agujas, atada a barbijos, cantando hasta que pudo. Cuando debió haber jugado hasta el hartazgo. Tomando helados, pelándose las rodillas en la plaza y riéndose de Gualeguaychú, con ese nombre de estornudo. Libre y feliz.
*Por Silvana Melo para Agencia Pelota de trapo
ESTO NO LO ESCRIBÍ YO
Fuente:   









5 comentarios:

Recomenzar dijo...

maravilloso tu blog recien lo conozco un abrazo

Gustavo dijo...

Gracias Recomenzar jja. Saludos

maria cristina dijo...

Gustavo, con mi hijo escuchamos los sábados un programa en La Red sobre el campo, esto ya se había comentado, no solo de Entre Ríos, sino de los pesticidas contaminantes en general, no sé si se está haciendo algo para cambiarlo, es terrible que suceda y nadie tome consciencia, un abrazo!

Gustavo dijo...

Si. Es un genocidio. A veces las imagenes se parecen un poco a las de Chernobyl. Decian tambien que el Parana es uno de los rios con mas glifosato en el mundo. Hace poco tambien hubo un monton de peces muertos. Pensar que antes se hablaba del campo como algo natural, puro. A este paso hay menos contaminacion por smog en la ciudad que por pesticidas en las zonas rurales. Ojala se pueda parar todo esto. Mas que nada por las nuevas generaciones. Tambien es extraño que los supuestos ambientalistas que antes cortaban los puentes internacionales ahora no digan una sola palabra.
Te mando un abrazo

Verónica O.M. dijo...

Este tipo de cosas me entristecen.
Un abrazo