Red de escritores en español

lunes, 23 de noviembre de 2020

La sandia

 


La sandía


Gabriela fue a la verdulería. Iba a comprar tomates, cebolla, lechuga. Pero sobre todo una sandía. Ya que su hijo al día siguiente cumplía veinte años. Y para ello iban a recibir sobrinos, hermanos, sus padres. Y luego de cenar pensaban comer sandía con helado para el postre. Aunque por la pandemia tuvo que cambiar los planes. En vez de ir todos juntos los separaría por tandas. Una vez irían su hermana con sus dos hijos. En otra ocasión sus padres y suegros. En otra la hermana de su marido y sus tres hijas. Para finalizar el otro hermano de su marido con su hija y dos gemelos. Incluso si el día estaba lindo o depende las ganas que tuvieran no descartaban la posibilidad de hacerlo en una plaza ubicada a cinco cuadras de su casa

Llegó su turno. El verdulero primero peso todas las cosas que Gabriela eligió. Una vez que puso la sandía en la balanza esta explotó. Las semillas se dispersaron por todos lados como si fueran balas. Rompiendo los vidrios, perforando el resto de la mercadería, las paredes, el techo. También en el cuerpo de Gabriela, el verdulero y los tres clientes que esperaban ser atendidos haciendo que gritaran del dolor. Y que la sangre empezara a derramar por todas partes. El jugo se transformó en un líquido espeso que bañaban los cuerpos de los presentes. Consumió todas sus partes dejando solo los esqueletos. Lo mismo hizo con el resto de las frutas y verduras. Luego ese liquido se fue por una rejilla que había detrás hasta perderse. De la cáscara salieron tallos grises que se fueron enredando por las columnas, la balanza, y cajones apilados.

Pasaron varias horas. Luciano, el marido de Gabriela, al ver que no regresaba le mandó watsapp, mensajes de texto. La llamó también pero nada. Le parecía extraño. Una vez que terminó de condimentar el pollo se dirigió hacia allí. La verdulería quedaba a dos cuadras de su casa. Iban todos los años.

Al llegar se sorprendió con lo que vio. Esqueletos tirados en un piso lleno de sangre. También frutas y verduras que solo les quedaba el carozo o las semillas, como si alguien las hubiera comido. Y tentáculos grises que cubrían las columnas, paredes.

Habló con las personas que estaban en la puerta. Algunos eran vecinos, otros familiares del verdulero o de los demas clientes. Nadie tenía idea de lo que había ocurrido. Jamás vieron o escucharon de un caso así.


9 comentarios:

Sandra Figueroa dijo...

Una sandia maldita. Saludos Gus, cuidate.

maría cristina dijo...

Ay Gustavo, una "musical" jajaja, un abrazo!

Verónica O.M. dijo...

Y eso que a simple vista parece inofensiva 👏👏👏
Un abrazo

Recomenzar dijo...

Me encanta volver a verte y a leerte
abrazos sin fin

Gustavo dijo...

O una maldita sandia Sandra jaja. Un abrazo!

Gustavo dijo...

Hola Maria Cristina. Fue lo que se me ocurrio. Calor, Epoca de sandias jaja. Te mando un abrazo

Gustavo dijo...

Hola Vero. Si. Uno las ve ahi en as verdulerias. Tientan. Pero esta no era demasiado inofensiva jaa. Vaya a saber de donde salio. Que tengas lindo sabado. Saludos

Gustavo dijo...

Gracias Recomenzar. Un abrazo para vos tambien y que pases buen finde a pesar de esta pandemia que parece eterna. Saludos!

eli mendez dijo...

Visitando por primera vez este blog y me ha gustado bastante esto de tomar un poco lo que estamos viviendo condimentándolo con "algo escalofriante, misterioso, pero también un tanto gracioso"..
La escritura es tan necesaria para liberar un poco esas preguntas que nos hacemos todos frente a lo que no comprendemos... Saludos y bonita noche de domingo