Año 1978, los años duros de la dictadura militar. El intendente de la ciudad de Buenos Aires de aquel entonces, Osvaldo Cacciatore, tenía grandes planes para la ciudad. Uno era el proyecto de nueve autopistas urbanas para desagotar los problemas de tráfico de Buenos Aires, algo que terminaría por concretarse por la mitad durante los siguientes treinta años (Cacciatore sólo llegaría a inaugurar dos de las nueve autopistas planeadas). La otra era construir un mega emprendimiento turístico y de diversiones. Así fue como nació el "parque Zoofitogeografico y de Diversiones", que iría emplazado entre las Avenidas Escalada, Lacarra, Coronel Roca y Castañares. Era un gigantesco baldío de suelo irregular, plagado de basura y casillas precarias, que terminó siendo expropiado y asignado a una concesión conocida como Parque Interama S.A. Dicha sociedad estaba conformada por civiles y militares de la época. E inmediatamente pusieron manos a la obra.
La construcción del parque no reparó en gastos. Llamaron a Richard Battaglia, un ingeniero norteamericano que participó en el diseño de Disneylandia, para que hiciera el trazado del parque. Removieron 1 millón de metros cúbicos de tierra para nivelar el suelo. Se reclutaron firmas europeas para la instalación de juegos de última generación. Incluso se construyó la torre espacial (en 1980), un diseño único y exclusivo para el parque, que contemplaba un mirador y restaurant a 176 metros de altura, y que tenía 35 metros de cimientos asentados en las capas subterráneas más duras del terreno.
Y hasta se pusieron los cimientos para un cine IMAX, uno de los primeros en todo el mundo... el cual nunca llegó a inaugurarse.
En un día de acividad a pleno Interama se llenaba con 35.000 personas. Y contaba tan sólo con cuatro baños y escasos lugares de refugio en caso de lluvia.
El proyecto contemplaba incluso con la construcción de un hospital interno, algo que nunca se realizó. Y de las 60 atracciones, sólo funcionaron 12. Incluso está instalada la montaña rusa de doble carril más grande de Latinoamérica, y la séptima del mundo, llamada " Vertigorama", la cual jamás llegó a funcionar por un sabotaje interno.
En 1982 el parque abrió las puertas al público. Y pronto comenzaron los problemas.
En 1983 el intendente radical Julio César Saguier decidió cancelar el contrato con la empresa Interama, con lo cual. la administración del parque pasó a manos del Estado porteño.El motivo: una investigación de la Procuración había detectado una serie de irregularidades, entre ellas, la presentación de balances falsos. Como consecuencia de la decisión de Saguier, todos los bienes incorporados al parque pasaron a ser “propiedad exclusiva” de la entonces municipalidad. Nació entonces el Parque de la Ciudad.
La estatización del parque originó una serie de demandas judiciales contra el Estado: una, presentada por la sociedad Parques Interama S.A., reclamando la ilegitimidad del decreto de Saguier que canceló la concesión y el consiguiente pedido de indemnización por lucro cesante, ante la Justicia Civil, ya que la concesión tenía un plazo de 30 años. Otra, después de la quiebra deInterama, fue iniciada por los acreedores de la concesionaria en el fuero comercial: las empresas que hicieron las construcciones y realizaron las importaciones de los equipos, entre otras.
Todo el problema judicial llegaría hasta el 2011, cuando la Corte Suprema de Justicia le puso punto final a la demanda por un monto que, actualizado, alcanzaba los cuatro mil millones de pesos, casi la mitad del presupuesto anual de la ciudad. La ciudad de Buenos Aires ya había perdido el juicio en primera y segunda instancia, pero la Corte, con el voto unánime de sus siete miembros, consideró ahora que “la condena dictada contra el municipio carece completamente de sustento legal”.
Pero la triste suerte del parque no se restringió a sus problemas legales.
Luego que dos técnicos fallecieran en el 2001 (en accidentes sufridos por problemas de seguridad de las atracciones, se resolvió clausurar el parque en el 2003. Y si bien en el 2007 hubo una tibia reapertura y comenzó a restaurarse, la gestión Macri decidió volver a clausurarlo en el 2008, debido a la edad de las atracciones mecánicas.
Ahora se puede pasear por él (aunque todos los juegos están abandonados), abonando un peso en la entrada. Pero hoy por hoy, el Parque de la Ciudad (ex Interama) es un gigantesco cementerio, un monumento a la corrupción que ocupa 120 hectáreas y cuya visión resulta mortificante.