Gaiman: costumbres galesas en estado puro
Es un pequeño pueblo que no se escucha mucho a nivel nacional. Sin embargo, los turistas que llegan a Puerto Madryn (a 72 kilómetro de allí) o a Trelew(a 17 kilómetros de Gaiman) no dejan de escuchar recomendaciones de visitar una tranquila localidad con pintorescas costumbres galesas y un riquísimo té. Se trata de Gaiman.
La primera casa construida en Gaiman.
Quizás como ninguna otra provincia de la Argentina, Chubut recibió una fuerte inmigración galesa a fines del siglo pasado, más importante incluso que la española o italiana. Sus integrantes se concentraron sobre todo en dos puntos de la provincia: en la cordillera, en Trevelin (un pueblo con características similares a este), y sobre el valle del río Chubut, al este. En este último punto, Rawson, Madryn y Trelew se formaron y nutrieron con aquellos galeses dispuestos a trabajar la tierra; pero la localidad en la que más lograron conservar sus tradiciones fue en Gaiman.
Fue el primer municipio de Chubut y durante décadas el centro más prestigioso de la colonia por su producción agropecuaria.
Curiosamente, y a pesar de toda esta tradición, el origen del nombre de esta localidad no es galés sino tehuelche y quiere decir: "Piedra de Afilar" o "Punta de Piedra".
Así es que quienes deseen conocer un pueblo galés casi quedado en el pasado, con idioma, arquitectura y costumbres de ese origen, no pueden dejar de visitar Gaiman.
Capilla galesa en Gaiman.
Muy cerca de la localidad, en el paraje Bryn Gwyn, encontramos el Primer Parque Paleontológico de Sudamérica (verdadero museo al aire libre). Realizado por el MEF de Trelew, permite observar los restos fósiles en los estratos correspondientes a las distintas eras geológicas que habitaron a lo largo de 40 millones de años, y que termina por completar un atractivo único en esta increíble, extensa y misteriosa Patagonia.
La escritora Ester de Izaguirre se refiere a Gaiman en el prólogo del libro "H.E. Bowman, fotografías, de Stella M. Dodd" en estos términos:
"es verde en verano, con todas las gradaciones imaginables del oro en otoño, blanquecino como los acantilados de Dover en invierno, con su estilo arquitectónico galés, sus recoletas costumbres, su idioma y sus convicciones religiosas que como en una custodia guardaron sus habitantes desde la Colonización".
ESTO NO LO ESCRIBÍ YO