El blog de Gus
De todo un poco. Lo que se me vaya ocurriendo.
martes, 4 de marzo de 2025
La ley
sábado, 8 de febrero de 2025
En el fondo del mar
En el fondo del mar
Una nueva planta apareció el el fondo del mar de la India. Tenia una fácil reproducción. A los pocos años se extendió por todos los mares del mundo. Estas plantas llevaban gran oxigeno a las aguas. Logrando que se multiplicaran las especies marinas. Peces, estrellas, corales.
Las olas se encargaban llevarlas a las orillas. En la arena, piedras y rocas crecían mas rápidamente las almejas y caracoles
Algo parecido ocurría en el agua de los ríos que desembocaban en el mar. Los peces se multiplicaban. Como así también las lombrices, sapos, patos o yuyos que bordeaban las costas. Esto a la vez atraía a las aves que se alimentaban de esos seres.
De abajo de las tierras que eran destinadas a la agricultura o ganadería emergían especies vegetales nativas que arruinaban las cosechas. Estas se sobreponían a las plantaciones de uvas, tabaco, soja, trigo, cítricos, bananas, te o café quedando solo ellas. Algo parecido ocurría en los campos donde había vacas, ovejas, llamas, cerdos. Estas nuevas plantas terminaban cubriendo la totalidad de esos sitios ahogando al ganado.
Al llegar a las ciudades esas especies emergían sobre el asfalto. No solo terminaban levantando los pisos de casas y edificios. Si no también los techos provocando derrumbes. Además de romper autos estacionados, alumbrado o paredes. Las calles y avenidas se volvían intransitables. Sumado a que raíces dañaban tanto las redes de metro donde las había como cables y caños subterráneos.
Esas plantas cobraban cada vez mas altura.
La gente estaba anonadada. Sus viviendas terminaron destruidas. Tampoco sabían como hacer para alimentarse. Donde conseguir comida. Los negocios además de reducirse a escombros también fueron saqueados. El mismo escenario se daba en farmacias, hospitales, clínicas y demás centros de salud.
En todos los centros urbanos la población aguantaba hasta donde podía. Una vez los habitantes iban falleciendo por falta de agua y alimentos sus cuerpos quedaban en el piso.
Al año la humanidad ya se había extinguido. De las ciudades solo quedaban montañas de escombros rodeado de esa nueva flora. Muchas de esas plantas pasaron a ser árboles que tenían varios metros de alto. A la vez crecían otras nuevas.
A estas especies se le acercaban abejas, grillos, mariposas, colibríes, zorzales, tucanes, carpinchos, venados, ñandúes, ardillas que dependían de ellas para subsistir.
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Después me acordé que en 2012 había escrito esto que es parecido. O sea que no hay nada nuevo en esta entrada
En ese bosque todo era armonía. Gaviotas que iban y venían, abejas que construían sus panales, zorzales anunciando la llegada de un nuevo día. También había liebres corriendo, culebras, monos que saltaban entre las ramas. Hasta algunos leones que cada tanto merodeaban la zona.
Todo era de una intensa paz.
A pesar de todo el éxito inmobiliario pudo mas. La urbanización siguió creciendo. Los caminos de tierra se multiplicaron transformándose en calles y avenidas asfaltadas. Aparecieron negocios, oficinas, algún que otro edificio. Tambien se instalaron antenas telefónicas, cableado eléctrico. El trafico era cada vez mas intenso. Ahora se le sumaron colectivos que llevaban a la gente de un lado a otro o camiones que cargaban y descargaban mercadería.
sábado, 7 de diciembre de 2024
En la cabeza
En la cabeza
Ricardo
vivía acompañado de Henry, su gato. Una noche al volver del gimnasio sintió un
fuerte dolor de cabeza. Se duchó, tomo un analgésico y se fue a dormir. Pensó
que por ahí le cayó mal el sándwich de milanesa que comió al mediodía. Henry se
hizo un espacio en la cama acostándose a su lado.
A la
mañana siguiente el dolor ya se le había ido. Por precaución desayunó té con
tres galletitas de agua. Después le sirvió la comida a su mascota y fue a tomar
el subte que lo dejaba en la zona de Tribunales. Allí trabajaba en una
escribanía.
Ricardo
hacía más de tres años que había terminado con Natalia, su ex pareja. Aunque
entre ambos seguía habiendo amistad. Cada tanto se juntaban para tomar algo o
se mandaban mensajes. Por ahora estaba cómodo así. Viviendo en un dos ambientes
junto a su mascota.
Otra tarde
los compañeros de la escribanía donde trabajaba lo veían rascarse
constantemente la cabeza. Incluso a veces lo hacía con las dos manos. Le
preguntaron si estaba bien. Ricardo les hizo saber que hacía horas que sentía
fuertes picazones pero nunca le había pasado antes. Le recomendaron visitar a
un médico.
Ya en su
casa Ricardo se cambió, le puso alimento y agua a Henry y fue al gimnasio. La
picazón se le había ido.
Al
regresar se ducho. Después se preparó para cenar ensalada y pollo a la plancha.
De postre dos bananas. Luego terminó de ver los dos capítulos finales de la
serie que estaba siguiendo y se fue a la cama. Henry lo acompañó. Ricardo lo
acarició hasta quedarse dormido.
Tenía dos
hermanos. Uno era tres años mayor y otro cinco menor. Ricardo era el del medio.
Tenía cuarenta y dos. A Cristian, el más grande cada tanto iba a visitarlo a su
departamento. Santiago, el mas chico hacía tiempo que vivía en España.
Una vez
Cristian lo invitó al cumpleaños de David, su sobrino. Era el viernes a la
noche. Faltaban tres días. Éste llegaba a las dos décadas de vida. Ricardo se
sorprendió con lo rápido que pasaba el tiempo. Se acordaba cuando lo tenía en
brazos.
Sin
embargo faltando pocas horas para el evento le mando un WhatsApp avisando que
no iba a ir. Otra vez tenía cefaleas.
Esto ya le
estaba empezando a preocupar. Anteriormente solo cada tanto tenía náuseas,
sudoración y dolores de cabeza cuando alguna comida le caía mal. O si tenía
fiebre. Ahora se le repetía cada vez más seguido. Tampoco nunca antes le había
picado la cabeza.
Pidió
turno con un neurólogo. Mientras tanto, a pesar de estos hechos no dejaba de
hacer su vida. Un sábado fue a cenar con cuatro amigos. Los conocía de hacía
bastante tiempo cuando jugaba al fútbol los martes y viernes por la noche.
Ricardo junto a otro amigo se cansaron y dejaron. El resto ahora lo hacía solo
una vez por semana. Sentían que el físico ya no les daba para jugar dos días.
Comieron pizza con cerveza. Después continuaron la salida en un bar. Dos de
ellos estaban casados y tenían hijos. Uno se había separado hace varios meses.
También había otro que al igual que Ricardo nunca pudo tener relaciones
duraderas.
A la
mañana siguiente Ricardo se despertó con un fuerte dolor de cabeza. Primero
pensó que era el alcohol. Pero al rato le llamó la atención que no tenía ganas
de vomitar.
Llegó el
día de la visita al médico. Ricardo le habló de su situación y éste le recetó
hacerse una radiografía y tomografía craneal. También le dijo que volviera con
los resultados.
Otra
mañana Ricardo desayunó café acompañado de tres rodajas de pan con manteca y
mermelada como lo hacía habitualmente. Al terminar le puso agua y comida a
Henry. Luego fue a tomar el subte que lo dejaba en la zona de Tribunales.
Sin
embargo debió bajarse en la estación Pasteur. No soportaba la picazón en la
cabeza. Le daba vergüenza que los demás pasajeros miraran la forma en que se
rascaba. Mandó un WhatsApp a la escribanía avisando que llegaba más tarde.
Compró una tira con analgésicos en una farmacia. Luego fue a la pileta de un
baño de un local de comidas rápidas. Abrió una canilla y tomó un comprimido.
También se mojó la frente y cuero cabelludo.
Caminó
hacia la plaza Houssay donde se sentó un rato. A la hora ya estaba mejor. La
picazón se le había ido. Fue a tomar el colectivo 99 que lo acercaría a su
lugar de trabajo.
A la tarde
de un jueves Ricardo volvió a ver al neurólogo ya con los resultados de todos
los estudios. Éste los revisó y noto que había algo extraño. Como si habría un
cuerpo dentro del cráneo presionaba para salir. Nunca había visto algo así
anteriormente.
Le recetó
un electroencefalograma.
Ricardo
salió bastante asustado. Jamás se imaginaría esa respuesta. Ahora por las dudas
pensaba consultar con otro especialista para ver si coincidía.
Llegó a su
casa y se miró la cabeza en el espejo. Observo que en la parte de la nuca por
debajo del pelo color negro ondulado le había crecido pasto. Se quedó
paralizado. Permaneció contemplando un largo tiempo. Se toco esa parte y se
quitó trozos de césped.
Mientras
tanto los dolores y picazones no paraban de aquejarlo.
Como aquel
domingo que fue a la Reserva ecológica con los amigos con los que había ido a
comer pizza pero tuvo que irse antes al no sentirse bien. O la noche que quedo
en verse en un bar con Natalia y una amiga suya pero por los mismos motivos
debió suspender el encuentro. Comenzaba a tener miedo que esos episodios le
pasaran en cualquier lado. Por eso rechazó la propuesta que le hizo su hermano
para ir a ver a Divididos excusándose que tenía un cumpleaños.
Una mañana
llegó a la escribanía y sus compañeros se asombraron al verlo. Observaron que
su cabeza estaba llena de pasto. Ricardo dijo que no era nada. Mintió diciendo
que estaban cortando el césped en la plaza Lavalle y con el viento se le fue al
cabello. Cuando regresó le pasó algo parecido en la cola del super donde
compraba habitualmente. Empezaba a sentir que lo miraban raro. Fue al gimnasio
y se repitió la misma situación. Las personas con las que tenía más confianza
le decían que tenía el pelo lleno de pasto.
Cuando
regresó a su departamento fue a ducharse. Al mirarse al espejo notó que el
pasto le había crecido por toda la cabeza. Solamente le quedaba algo de cabello
original en la parte de atrás.
Esta
imagen lo deprimió. Optó por no bañarse. Se acostó. Pensaba en no ir más al
gimnasio, tampoco verse con sus amigos ni con su hermano o ex pareja. Temía a
que lo vieran de ese modo. Recordaba todos los encuentros que terminó
suspendiéndolos a último momento o yéndose antes por los malestares que le
venían. Tampoco tenía ganas de seguir yendo a trabajar. Pero por otra parte
sentía que el trabajo no lo podía dejar porque sin él se moriría de hambre.
Pensaba ir con una gorra pero dudaba si en la escribanía la aceptarían. Recién
se pudo dormir pasadas las tres de la mañana. Al día siguiente Henry lo
despertó tocándole la cara con sus patas. Ricardo se sorprendió al ver la
habitación tan iluminada. Miró el reloj. Vio que eran más de las 12 del
mediodía. Al ver el teléfono se encontró con decenas de WhatsApp y llamadas
perdidas de la escribanía donde trabajaba. No sabía que hacer que escusa
inventar. Apagó el celular. Le puso agua y alimento a Henry.
Fue a
sentarse al sillón. Al poco tiempo el dolor de cabeza volvía a invadirlo.
Caminó al baño para tomar un calmante. También se mojó la cara y lo que antes
era el cabello. Luego regresó al sillón quedándose dormido. Se despertó pasadas
las cinco de la tarde. La cabeza ya no le dolía. Se sacó la ropa y se dirigió
hacia la ducha intentando despabilarse. Después de las 20hs comió una manzana y
se fue a dormir.
Ricardo
decidió pasar los días así. Solo salía de su hogar para comprar alimentos tanto
para él como para Henry. Cuando lo hacía se ponía una gorra y un buzo con
capucha para no llamar la atención. No prendía el celular porque no quería
saber nada del mundo exterior. Una tarde después de ducharse se animó a mirarse
al espejo. Vio que el pasto estaba mucho más alto. Sumado a que le habían
empezado a salir yuyos en la parte de la nuca. No dejaba de lamentarse. Mas
allá que ahora mucho ya no le preocupaba porque permanecía todo el tiempo
encerrado en su departamento.
Pasadas
las 21hs se acostó. A la mañana siguiente Henry volvía a tocarle la cara con
sus patas pero Ricardo permanecía inmóvil. Le lamió la pera pero seguía igual.
Semanas
después fue Cristian a ver lo que ocurría. Este había recibidos mensajes tanto
del jefe de Ricardo como de algunos compañeros del trabajo y amigos. Se
sorprendió al verlo tirado en la cama boca arriba. Con la cabeza cubierta de
pasto, un tronco con ramas llenas de hojas que emergía del interior del cráneo
y extensas raíces que le brotaban de la boca llegándole hasta el pecho.
sábado, 30 de noviembre de 2024
No puedo saber
No puedo saber
sábado, 5 de octubre de 2024
Estos tiempos
Estos tiempos
En las calles de la ciudad
Almas tristes van
Cuerpos durmiendo en umbrales
Persianas que ya no
abren
Pantallas irradiando veneno
Incertidumbre sobre el pavimento
Reclamo de voces
Palos de uniformes
Gobierno de redes
Viajes, aviones y hoteles
Odio que baja de arriba
Humanidad en libre caída
Mezcla de resignación, bronca y hartazgo
En el suelo se va desparramando
Cerebros forzados a partir
Futuro teñido de gris
Primavera con perfume a flores
Rebelión de corazones
Mariposas volando
Nuevas melodías van brotando
Mañana el sol regresará
Se armará otra realidad
Emergerá un nuevo escenario
Risas, juegos y alegres cantos
domingo, 8 de septiembre de 2024
El pintor
El pintor
domingo, 4 de agosto de 2024
Que ocurre
Que ocurre
sábado, 6 de julio de 2024
La miel
La miel
Sabrina fue a una dietética que tenía a una cuadra de su casa. Quería comprar miel y frutos secos. Los dueños de ese local le dijeron que no había miel desde hace varios días. De ninguna marca. No le entregaban. Compró solo los frutos secos y se fue.
Sabrina
usaba la miel para varias cosas. La ponía en el té que se preparaba a la mañana
en el desayuno. Después como le gustaba comía varias cucharaditas más. También
la colocaba en los mates que se hacía los fines de semana por la tarde. Por las
noches antes de ir a dormir le venían ganas de comer algo dulce. Ahí depende de
lo que se le antojara en el momento sumado a lo que tenía optaba entre la miel,
algún chocolatín que se había comprado, mermelada o dulce de leche.
Al día
siguiente fue al super que tenía a la vuelta y le dijeron lo mismo. Hacía
varias semanas que no recibían miel.
Hablo de
esto en el grupo de whatsapp que tenía con varias amigas y muchas le contaban
que no conseguían miel por ningún lado. Pensaban que por ahí ese faltante tenía
que ver con cuestiones económicas. Que había conflictos con los apicultores. O
que los comercios no las ponían a la venta por razones especulativas.
Sabrina
trabajaba en una zapatería ubicada en el barrio de Once. Por la tarde, al
terminar de trabajar ahora probaba ver si conseguía miel en varios almacenes y
súper de la zona. Pero era en vano. En ningún sitio había. Y todos le decían lo
mismo. Hacía semanas que no les entregaban sin saber porque.
Sabrina
vivía sola en un departamento situado en Paternal. Varios sábados a la noche a
veces se juntaba con las amigas del grupo de watshapp. Arreglaban para cenar en
alguna casa, salir a tomar algo o algún recital. Muchos domingos que el
tiempo estaba lindo también se reunían para hacer picnic en algún parque.
Empezaba
a ver noticias en las redes sobre el faltante de miel. Donde se acusaban unos a
otros. Que los dueños de los apiarios no mandan el producto porque les conviene
exportarlo. Que los apicultores no les conviene producir por el dinero que
reciben. Que las grandes empresas alimentarias compran la miel a un precio y
las almacenan en grandes depósitos para venderlas cuando a ellos se les antoje
a un precio mucho mas caro. Que el gobierno no hace nada para revertir todo
esto.
Mas tarde esta pasó a ser la principal noticia. Se discutía en todos lados. Programas de tv, radio, twitter, tic toc, youtube. Muchos cronistas fueron a los apiarios para ver lo que realmente ocurría. Se quedaron anonadados al encontrarse con cadáveres de personas llenos de picaduras de abejas.
Sumado a
que estas habían desaparecido.
Luego
avanzaron a sitios mas lejanos. A zonas despobladas de Chaco, Salta, Santiago del
Estero. Vieron que las abejas alrededor de sus colmenas habían construido
panales gigantes donde almacenaban la miel. Estos eran custodiados por varias abejas
obreras. Si un ser humano quería aquel producto debería pagarles a ellas. De lo contrario
no se lo daban.
Al ver
esto que transmitían los medios Sabrina no lo podía creer. Pensó que era todo
una fábula. Que el Gobierno y las grandes cadenas alimenticias les había pagado
a los medios para que dijeran eso.
Mas tarde Sabrina veía por las redes que esas abejas se organizaban para poner esos panales gigantes en los alrededores de las ciudades buscando llegar a mas clientes. A la vez que iban construyendo colmenas alrededor de donde vivían.
Utilizaban el dinero que ganaban para agrandar sus nidos, tener mas panales y comprar envases para almacenar la miel.
Un fin de semana Sabrina fue a pasarlo a Chascomús. Vio que en los costados de la ruta 2 las abejas vendían la miel a los automovilistas que pasaban.