En la cabeza
Ricardo
vivía acompañado de Henry, su gato. Una noche al volver del gimnasio sintió un
fuerte dolor de cabeza. Se duchó, tomo un analgésico y se fue a dormir. Pensó
que por ahí le cayó mal el sándwich de milanesa que comió al mediodía. Henry se
hizo un espacio en la cama acostándose a su lado.
A la
mañana siguiente el dolor ya se le había ido. Por precaución desayunó té con
tres galletitas de agua. Después le sirvió la comida a su mascota y fue a tomar
el subte que lo dejaba en la zona de Tribunales. Allí trabajaba en una
escribanía.
Ricardo
hacía más de tres años que había terminado con Natalia, su ex pareja. Aunque
entre ambos seguía habiendo amistad. Cada tanto se juntaban para tomar algo o
se mandaban mensajes. Por ahora estaba cómodo así. Viviendo en un dos ambientes
junto a su mascota.
Otra tarde
los compañeros de la escribanía donde trabajaba lo veían rascarse
constantemente la cabeza. Incluso a veces lo hacía con las dos manos. Le
preguntaron si estaba bien. Ricardo les hizo saber que hacía horas que sentía
fuertes picazones pero nunca le había pasado antes. Le recomendaron visitar a
un médico.
Ya en su
casa Ricardo se cambió, le puso alimento y agua a Henry y fue al gimnasio. La
picazón se le había ido.
Al
regresar se ducho. Después se preparó para cenar ensalada y pollo a la plancha.
De postre dos bananas. Luego terminó de ver los dos capítulos finales de la
serie que estaba siguiendo y se fue a la cama. Henry lo acompañó. Ricardo lo
acarició hasta quedarse dormido.
Tenía dos
hermanos. Uno era tres años mayor y otro cinco menor. Ricardo era el del medio.
Tenía cuarenta y dos. A Cristian, el más grande cada tanto iba a visitarlo a su
departamento. Santiago, el mas chico hacía tiempo que vivía en España.
Una vez
Cristian lo invitó al cumpleaños de David, su sobrino. Era el viernes a la
noche. Faltaban tres días. Éste llegaba a las dos décadas de vida. Ricardo se
sorprendió con lo rápido que pasaba el tiempo. Se acordaba cuando lo tenía en
brazos.
Sin
embargo faltando pocas horas para el evento le mando un WhatsApp avisando que
no iba a ir. Otra vez tenía cefaleas.
Esto ya le
estaba empezando a preocupar. Anteriormente solo cada tanto tenía náuseas,
sudoración y dolores de cabeza cuando alguna comida le caía mal. O si tenía
fiebre. Ahora se le repetía cada vez más seguido. Tampoco nunca antes le había
picado la cabeza.
Pidió
turno con un neurólogo. Mientras tanto, a pesar de estos hechos no dejaba de
hacer su vida. Un sábado fue a cenar con cuatro amigos. Los conocía de hacía
bastante tiempo cuando jugaba al fútbol los martes y viernes por la noche.
Ricardo junto a otro amigo se cansaron y dejaron. El resto ahora lo hacía solo
una vez por semana. Sentían que el físico ya no les daba para jugar dos días.
Comieron pizza con cerveza. Después continuaron la salida en un bar. Dos de
ellos estaban casados y tenían hijos. Uno se había separado hace varios meses.
También había otro que al igual que Ricardo nunca pudo tener relaciones
duraderas.
A la
mañana siguiente Ricardo se despertó con un fuerte dolor de cabeza. Primero
pensó que era el alcohol. Pero al rato le llamó la atención que no tenía ganas
de vomitar.
Llegó el
día de la visita al médico. Ricardo le habló de su situación y éste le recetó
hacerse una radiografía y tomografía craneal. También le dijo que volviera con
los resultados.
Otra
mañana Ricardo desayunó café acompañado de tres rodajas de pan con manteca y
mermelada como lo hacía habitualmente. Al terminar le puso agua y comida a
Henry. Luego fue a tomar el subte que lo dejaba en la zona de Tribunales.
Sin
embargo debió bajarse en la estación Pasteur. No soportaba la picazón en la
cabeza. Le daba vergüenza que los demás pasajeros miraran la forma en que se
rascaba. Mandó un WhatsApp a la escribanía avisando que llegaba más tarde.
Compró una tira con analgésicos en una farmacia. Luego fue a la pileta de un
baño de un local de comidas rápidas. Abrió una canilla y tomó un comprimido.
También se mojó la frente y cuero cabelludo.
Caminó
hacia la plaza Houssay donde se sentó un rato. A la hora ya estaba mejor. La
picazón se le había ido. Fue a tomar el colectivo 99 que lo acercaría a su
lugar de trabajo.
A la tarde
de un jueves Ricardo volvió a ver al neurólogo ya con los resultados de todos
los estudios. Éste los revisó y noto que había algo extraño. Como si habría un
cuerpo dentro del cráneo presionaba para salir. Nunca había visto algo así
anteriormente.
Le recetó
un electroencefalograma.
Ricardo
salió bastante asustado. Jamás se imaginaría esa respuesta. Ahora por las dudas
pensaba consultar con otro especialista para ver si coincidía.
Llegó a su
casa y se miró la cabeza en el espejo. Observo que en la parte de la nuca por
debajo del pelo color negro ondulado le había crecido pasto. Se quedó
paralizado. Permaneció contemplando un largo tiempo. Se toco esa parte y se
quitó trozos de césped.
Mientras
tanto los dolores y picazones no paraban de aquejarlo.
Como aquel
domingo que fue a la Reserva ecológica con los amigos con los que había ido a
comer pizza pero tuvo que irse antes al no sentirse bien. O la noche que quedo
en verse en un bar con Natalia y una amiga suya pero por los mismos motivos
debió suspender el encuentro. Comenzaba a tener miedo que esos episodios le
pasaran en cualquier lado. Por eso rechazó la propuesta que le hizo su hermano
para ir a ver a Divididos excusándose que tenía un cumpleaños.
Una mañana
llegó a la escribanía y sus compañeros se asombraron al verlo. Observaron que
su cabeza estaba llena de pasto. Ricardo dijo que no era nada. Mintió diciendo
que estaban cortando el césped en la plaza Lavalle y con el viento se le fue al
cabello. Cuando regresó le pasó algo parecido en la cola del super donde
compraba habitualmente. Empezaba a sentir que lo miraban raro. Fue al gimnasio
y se repitió la misma situación. Las personas con las que tenía más confianza
le decían que tenía el pelo lleno de pasto.
Cuando
regresó a su departamento fue a ducharse. Al mirarse al espejo notó que el
pasto le había crecido por toda la cabeza. Solamente le quedaba algo de cabello
original en la parte de atrás.
Esta
imagen lo deprimió. Optó por no bañarse. Se acostó. Pensaba en no ir más al
gimnasio, tampoco verse con sus amigos ni con su hermano o ex pareja. Temía a
que lo vieran de ese modo. Recordaba todos los encuentros que terminó
suspendiéndolos a último momento o yéndose antes por los malestares que le
venían. Tampoco tenía ganas de seguir yendo a trabajar. Pero por otra parte
sentía que el trabajo no lo podía dejar porque sin él se moriría de hambre.
Pensaba ir con una gorra pero dudaba si en la escribanía la aceptarían. Recién
se pudo dormir pasadas las tres de la mañana. Al día siguiente Henry lo
despertó tocándole la cara con sus patas. Ricardo se sorprendió al ver la
habitación tan iluminada. Miró el reloj. Vio que eran más de las 12 del
mediodía. Al ver el teléfono se encontró con decenas de WhatsApp y llamadas
perdidas de la escribanía donde trabajaba. No sabía que hacer que escusa
inventar. Apagó el celular. Le puso agua y alimento a Henry.
Fue a
sentarse al sillón. Al poco tiempo el dolor de cabeza volvía a invadirlo.
Caminó al baño para tomar un calmante. También se mojó la cara y lo que antes
era el cabello. Luego regresó al sillón quedándose dormido. Se despertó pasadas
las cinco de la tarde. La cabeza ya no le dolía. Se sacó la ropa y se dirigió
hacia la ducha intentando despabilarse. Después de las 20hs comió una manzana y
se fue a dormir.
Ricardo
decidió pasar los días así. Solo salía de su hogar para comprar alimentos tanto
para él como para Henry. Cuando lo hacía se ponía una gorra y un buzo con
capucha para no llamar la atención. No prendía el celular porque no quería
saber nada del mundo exterior. Una tarde después de ducharse se animó a mirarse
al espejo. Vio que el pasto estaba mucho más alto. Sumado a que le habían
empezado a salir yuyos en la parte de la nuca. No dejaba de lamentarse. Mas
allá que ahora mucho ya no le preocupaba porque permanecía todo el tiempo
encerrado en su departamento.
Pasadas
las 21hs se acostó. A la mañana siguiente Henry volvía a tocarle la cara con
sus patas pero Ricardo permanecía inmóvil. Le lamió la pera pero seguía igual.
Semanas
después fue Cristian a ver lo que ocurría. Este había recibidos mensajes tanto
del jefe de Ricardo como de algunos compañeros del trabajo y amigos. Se
sorprendió al verlo tirado en la cama boca arriba. Con la cabeza cubierta de
pasto, un tronco con ramas llenas de hojas que emergía del interior del cráneo
y extensas raíces que le brotaban de la boca llegándole hasta el pecho.
1 comentario:
Un relato impresionante, Gustavo! Volviste 😀!!! Un abrazo!
Publicar un comentario