Momentos
El blog de Gus
De todo un poco. Lo que se me vaya ocurriendo.
domingo, 21 de septiembre de 2025
Momentos
sábado, 12 de julio de 2025
En la silla
En la silla
Sebastián se
hallaba sentado en una silla situada en la vereda.
Algunos de tanto
verlo lo saludaban. Sebastián respondía con un "hola" o "buenos
días, tardes o noches" según el horario. Como la señora que paseaba al
perro tanto a la mañana como al atardecer, el señor de camisa que iba al bar
situado en la vereda de enfrente, albañiles que se dirigían a una obra que quedaba
a tres cuadras de allí o encargados de edificios.
Cuando le agarraba sueño se
dormía colocándose una almohada en la parte superior y apoyando la silla contra
una pared.
Otros directamente lo
ignoraban. Sea porque nunca lo habían visto antes o porque estaban concentrados
en sus asuntos. Parejas de muchachos que se abrazaban y besaban, grupos de jóvenes
que hablaban entre ellos mientras observaban sus teléfonos o padres que conversaban con sus hijos
pequeños.
Se ponía un paragua si llovía,
gorro y gafas cuando había mucho sol o una campera gruesa los días de frío.
Un día no volvió a pasar más
nadie. Sebastián se quedó sólo, extrañado. Se dio
cuenta que nunca pudo entablar relaciones o hacer amistad con ninguno de los
transeúntes. Pensaba que a nadie le
interesaba detenerse a charlar un rato con él. Creía que los demás lo ignoraban
o subestimaban.
Probó llevar la
silla a otra vereda. Le volvió a ocurrir lo mismo. Algunos de verlo seguido lo
saludaban. Policías, recolectores de residuos, o el dueño un lavadero de ropa
situado en una esquina. Él les devolvía el saludo. Pero la gran mayoría no lo
registraba. Personas que caminaban apuradas mientras hablaban por teléfono,
adolescentes que iban y volvían de la escuela o cuarentones vestidos con ropa
deportiva que pasaban trotando mientras escuchaban música.
Hasta que también
llegó un momento donde no volvió a pasar más nadie. Sebastián tuvo los mismos
sentimientos que aquella primera vez.
Probó una tercera vez. Ahora lo hacía en una avenida donde circulaba más gente. Cajeros y repositores de supermercados, meseros de cafeterías y locales de comida, empleados de bancos, panaderías, carnicerías o comercios de ropa. A esto se le sumaban los clientes que iban y venían más las personas que se dirigían a las distintas paradas de colectivo ubicadas a lo largo de esa cuadra.
La situación se repetía. Algunos notaban su presencia y otros no. Un día se despertó volviéndose a quedar sólo.
Se enfureció. No
sabía porque a nadie le interesaba hablar o mantener algún tipo de vínculos con
él.
Más tarde se
empezaba a preguntar para sí mismo porque siempre le ocurría esto. Nadie le llevaba el apunte. Le parecía raro
que le pasara lo mismo en todos los casos. Una o dos veces podría ser, pero no
siempre. No lo entendía. Comenzaba a pensar si el problema era él. Que algo
dentro suyo no funcionaba. Nunca intentó levantarse de esa silla. Tampoco
iniciar alguna conversación o interesarse más por las personas que lo saludaban. Simplemente
decía "hola", "buenos días, tardes o noches" según el
momento. No podía saber claramente porque estos hechos se le repetían.
Esas dudas empezaban a invadirlo. No volvió a intentar cambiar otra vez de lugar porque sentía que le iba a ocurrir lo mismo.
sábado, 10 de mayo de 2025
Un buen día
Un buen día
Mariano apenas despertó quitó el modo avión de su celular para ver si
había algo nuevo. Se encontró con una gran cantidad de WhatsApp de amigos,
familiares, ex parejas saludándolo y deseándole un buen día. Le pareció raro.
No era su cumpleaños, tampoco una fecha especial. Puso la tv como todas las
mañanas antes de levantarse. Quería saber cómo estaba el tiempo, el tránsito o
si había alguna noticia importante. Notó que los panelistas al iniciar los
programas se saludaban besándose en la mejilla.
Los movileros que se hallaban en la estación Constitución preguntando a
los transeúntes cosas sobre la política y economía esta vez también les convidaban
con un café. Muchos de estos que como contrapartida les daban chipá, medialunas
o alfajores que compraban.
Mariano trabajaba en un local de ropa situado en Flores.
Cuando salió se sorprendió al ver que en la entrada del edificio había
una máquina para servirse agua y otra para leche, té o café.
Al llegar a la parada del colectivo la gente que esperaba en la fila le
extendía la mano para saludarlo. Lo mismo hacían con las personas que se iban
sumando. Mariano empezó a copiarlos.
Cuando llegó el colectivo el chofer paró la unidad. Saludó y besó uno
por uno a todos los que subían. Les dijo que ese día no tienen que pagar el
viaje.
Mariano vio que ese comportamiento lo repetía en todo el recorrido. Al
mirar por las ventanillas se enteró que muchos vecinos les regalaban a los
barrenderos tazas de adorno, llaveros, atados de cigarrillos. En las obras
muchas personas que pasaban les daban agua y gaseosas a los albañiles. Estos a
la vez los abrazaban y les convidaban mate.
Ya en el local de ropa sus compañeros le dieron facturas y galletitas
que trajeron. Al mediodía el dueño del local se encargó de comprar pizzas para
que todos pudieran almorzar. También les dijo que a los clientes que vinieran
ese día no les cobre lo que llevaban.
Cuando regresó la misma historia. No pagó el boleto y el chofer paraba
el coche en cada parada para levantarse a saludar a la gente que subía. Éstos a
la vez le daban botellas de vino, chocolates o alfajores.
Al bajar fue al super a comprar algunas cosas que le faltaban. Atún, galletitas
de agua, cerveza, salsa de tomate y fideos. Cuando salió la cajera lo saludó
abrazándolo. A la vez que le comentó que no tenía que pagar nada por lo que
llevó.
Caminó las tres cuadras que lo separaban de su casa. Veía como la gente
que iba cruzando lo saludaba. Muchos frentistas le ofrecían vasos con agua,
gaseosas, café, té o mate cocido.
Cuando regresó estaba el encargado en la puerta de su edificio. Le dio
un fuerte abrazo deseándole que termine lo que falta del día lo mejor posible.
A la vez le convidó varias tortas fritas que había preparado. Para compensar
Mariano le dio la botella de cerveza que había comprado.
En el grupo de chat de amigos que tenía todos los miembros ponían cosas
parecidas. Uno comentaba que los vecinos lo despertaron para saludarlo y
regalarle pan, manteca y mermelada para el desayuno. Muchos lo besaban, otros
le daban la mano. Otro que al verlo caminar con su pareja muchas personas que
pasaban les daban flores y pulseras además de saludarlos deseándole suerte.
Sumado a un tercero que contó que como ese día su jefe le avisó que no fuera a
trabajar aprovechó para ir a pescar a la laguna de Navarro. Les dijo que no
tuvo que pagar nada de lo que compró para comer y en la cabina de peaje le
regalaban media docena de churros.
A la mañana siguiente Mariano vio que todo volvía a la normalidad. No recibió ningún WhatsApp nuevo. Sólo los que vio la noche anterior antes de acostarse. Los panelistas ya no se saludaban besándose, los movileros que estaban en Constitución solo preguntaban a los transeúntes como solían hacerlo habitualmente, sólo unos pocos respondían. Al salir notó que en la entrada de su edificio desaparecieron las máquinas para servirse agua, te o café. Tuvo que pagar el boleto y todas las cosas que consumía. Nadie saludaba dando los buenos días ni regalaba nada.
sábado, 5 de abril de 2025
Sin nada
Sin nada
La fábrica de sandalias donde Gabriel trabajaba despidió a la tercera parte del personal. Gabriel zafó. No sabría que hacer en caso de que lo echen. Aunque más tarde se les redujo el salario a los empleados que quedaban. Finalmente llegó un momento que esa fábrica cerró definitivamente. Las ventas se redujeron casi a la mitad de lo que era en años anteriores. A la vez que constantemente le aumentaban las materias primas, impuestos y otros gastos como reparación de máquinas, caños, mangueras o tanques que cada tanto había que arreglar. Esas sandalias tampoco podían competir en precio con las importadas.
martes, 4 de marzo de 2025
La ley
sábado, 8 de febrero de 2025
En el fondo del mar
En el fondo del mar
Una nueva planta apareció el el fondo del mar de la India. Tenia una fácil reproducción. A los pocos años se extendió por todos los mares del mundo. Estas plantas llevaban gran oxigeno a las aguas. Logrando que se multiplicaran las especies marinas. Peces, estrellas, corales.
Las olas se encargaban llevarlas a las orillas. En la arena, piedras y rocas crecían mas rápidamente las almejas y caracoles
Algo parecido ocurría en el agua de los ríos que desembocaban en el mar. Los peces se multiplicaban. Como así también las lombrices, sapos, patos o yuyos que bordeaban las costas. Esto a la vez atraía a las aves que se alimentaban de esos seres.
De abajo de las tierras que eran destinadas a la agricultura o ganadería emergían especies vegetales nativas que arruinaban las cosechas. Estas se sobreponían a las plantaciones de uvas, tabaco, soja, trigo, cítricos, bananas, te o café quedando solo ellas. Algo parecido ocurría en los campos donde había vacas, ovejas, llamas, cerdos. Estas nuevas plantas terminaban cubriendo la totalidad de esos sitios ahogando al ganado.
Al llegar a las ciudades esas especies emergían sobre el asfalto. No solo terminaban levantando los pisos de casas y edificios. Si no también los techos provocando derrumbes. Además de romper autos estacionados, alumbrado o paredes. Las calles y avenidas se volvían intransitables. Sumado a que raíces dañaban tanto las redes de metro donde las había como cables y caños subterráneos.
Esas plantas cobraban cada vez mas altura.
La gente estaba anonadada. Sus viviendas terminaron destruidas. Tampoco sabían como hacer para alimentarse. Donde conseguir comida. Los negocios además de reducirse a escombros también fueron saqueados. El mismo escenario se daba en farmacias, hospitales, clínicas y demás centros de salud.
En todos los centros urbanos la población aguantaba hasta donde podía. Una vez los habitantes iban falleciendo por falta de agua y alimentos sus cuerpos quedaban en el piso.
Al año la humanidad ya se había extinguido. De las ciudades solo quedaban montañas de escombros rodeado de esa nueva flora. Muchas de esas plantas pasaron a ser árboles que tenían varios metros de alto. A la vez crecían otras nuevas.
A estas especies se le acercaban abejas, grillos, mariposas, colibríes, zorzales, tucanes, carpinchos, venados, ñandúes, ardillas que dependían de ellas para subsistir.
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Después me acordé que en 2012 había escrito esto que es parecido. O sea que no hay nada nuevo en esta entrada
En ese bosque todo era armonía. Gaviotas que iban y venían, abejas que construían sus panales, zorzales anunciando la llegada de un nuevo día. También había liebres corriendo, culebras, monos que saltaban entre las ramas. Hasta algunos leones que cada tanto merodeaban la zona.
Todo era de una intensa paz.
A pesar de todo el éxito inmobiliario pudo mas. La urbanización siguió creciendo. Los caminos de tierra se multiplicaron transformándose en calles y avenidas asfaltadas. Aparecieron negocios, oficinas, algún que otro edificio. Tambien se instalaron antenas telefónicas, cableado eléctrico. El trafico era cada vez mas intenso. Ahora se le sumaron colectivos que llevaban a la gente de un lado a otro o camiones que cargaban y descargaban mercadería.
sábado, 7 de diciembre de 2024
En la cabeza
En la cabeza
Ricardo
vivía acompañado de Henry, su gato. Una noche al volver del gimnasio sintió un
fuerte dolor de cabeza. Se duchó, tomo un analgésico y se fue a dormir. Pensó
que por ahí le cayó mal el sándwich de milanesa que comió al mediodía. Henry se
hizo un espacio en la cama acostándose a su lado.
A la
mañana siguiente el dolor ya se le había ido. Por precaución desayunó té con
tres galletitas de agua. Después le sirvió la comida a su mascota y fue a tomar
el subte que lo dejaba en la zona de Tribunales. Allí trabajaba en una
escribanía.
Ricardo
hacía más de tres años que había terminado con Natalia, su ex pareja. Aunque
entre ambos seguía habiendo amistad. Cada tanto se juntaban para tomar algo o
se mandaban mensajes. Por ahora estaba cómodo así. Viviendo en un dos ambientes
junto a su mascota.
Otra tarde
los compañeros de la escribanía donde trabajaba lo veían rascarse
constantemente la cabeza. Incluso a veces lo hacía con las dos manos. Le
preguntaron si estaba bien. Ricardo les hizo saber que hacía horas que sentía
fuertes picazones pero nunca le había pasado antes. Le recomendaron visitar a
un médico.
Ya en su
casa Ricardo se cambió, le puso alimento y agua a Henry y fue al gimnasio. La
picazón se le había ido.
Al
regresar se ducho. Después se preparó para cenar ensalada y pollo a la plancha.
De postre dos bananas. Luego terminó de ver los dos capítulos finales de la
serie que estaba siguiendo y se fue a la cama. Henry lo acompañó. Ricardo lo
acarició hasta quedarse dormido.
Tenía dos
hermanos. Uno era tres años mayor y otro cinco menor. Ricardo era el del medio.
Tenía cuarenta y dos. A Cristian, el más grande cada tanto iba a visitarlo a su
departamento. Santiago, el mas chico hacía tiempo que vivía en España.
Una vez
Cristian lo invitó al cumpleaños de David, su sobrino. Era el viernes a la
noche. Faltaban tres días. Éste llegaba a las dos décadas de vida. Ricardo se
sorprendió con lo rápido que pasaba el tiempo. Se acordaba cuando lo tenía en
brazos.
Sin
embargo faltando pocas horas para el evento le mando un WhatsApp avisando que
no iba a ir. Otra vez tenía cefaleas.
Esto ya le
estaba empezando a preocupar. Anteriormente solo cada tanto tenía náuseas,
sudoración y dolores de cabeza cuando alguna comida le caía mal. O si tenía
fiebre. Ahora se le repetía cada vez más seguido. Tampoco nunca antes le había
picado la cabeza.
Pidió
turno con un neurólogo. Mientras tanto, a pesar de estos hechos no dejaba de
hacer su vida. Un sábado fue a cenar con cuatro amigos. Los conocía de hacía
bastante tiempo cuando jugaba al fútbol los martes y viernes por la noche.
Ricardo junto a otro amigo se cansaron y dejaron. El resto ahora lo hacía solo
una vez por semana. Sentían que el físico ya no les daba para jugar dos días.
Comieron pizza con cerveza. Después continuaron la salida en un bar. Dos de
ellos estaban casados y tenían hijos. Uno se había separado hace varios meses.
También había otro que al igual que Ricardo nunca pudo tener relaciones
duraderas.
A la
mañana siguiente Ricardo se despertó con un fuerte dolor de cabeza. Primero
pensó que era el alcohol. Pero al rato le llamó la atención que no tenía ganas
de vomitar.
Llegó el
día de la visita al médico. Ricardo le habló de su situación y éste le recetó
hacerse una radiografía y tomografía craneal. También le dijo que volviera con
los resultados.
Otra
mañana Ricardo desayunó café acompañado de tres rodajas de pan con manteca y
mermelada como lo hacía habitualmente. Al terminar le puso agua y comida a
Henry. Luego fue a tomar el subte que lo dejaba en la zona de Tribunales.
Sin
embargo debió bajarse en la estación Pasteur. No soportaba la picazón en la
cabeza. Le daba vergüenza que los demás pasajeros miraran la forma en que se
rascaba. Mandó un WhatsApp a la escribanía avisando que llegaba más tarde.
Compró una tira con analgésicos en una farmacia. Luego fue a la pileta de un
baño de un local de comidas rápidas. Abrió una canilla y tomó un comprimido.
También se mojó la frente y cuero cabelludo.
Caminó
hacia la plaza Houssay donde se sentó un rato. A la hora ya estaba mejor. La
picazón se le había ido. Fue a tomar el colectivo 99 que lo acercaría a su
lugar de trabajo.
A la tarde
de un jueves Ricardo volvió a ver al neurólogo ya con los resultados de todos
los estudios. Éste los revisó y noto que había algo extraño. Como si habría un
cuerpo dentro del cráneo presionaba para salir. Nunca había visto algo así
anteriormente.
Le recetó
un electroencefalograma.
Ricardo
salió bastante asustado. Jamás se imaginaría esa respuesta. Ahora por las dudas
pensaba consultar con otro especialista para ver si coincidía.
Llegó a su
casa y se miró la cabeza en el espejo. Observo que en la parte de la nuca por
debajo del pelo color negro ondulado le había crecido pasto. Se quedó
paralizado. Permaneció contemplando un largo tiempo. Se toco esa parte y se
quitó trozos de césped.
Mientras
tanto los dolores y picazones no paraban de aquejarlo.
Como aquel
domingo que fue a la Reserva ecológica con los amigos con los que había ido a
comer pizza pero tuvo que irse antes al no sentirse bien. O la noche que quedo
en verse en un bar con Natalia y una amiga suya pero por los mismos motivos
debió suspender el encuentro. Comenzaba a tener miedo que esos episodios le
pasaran en cualquier lado. Por eso rechazó la propuesta que le hizo su hermano
para ir a ver a Divididos excusándose que tenía un cumpleaños.
Una mañana
llegó a la escribanía y sus compañeros se asombraron al verlo. Observaron que
su cabeza estaba llena de pasto. Ricardo dijo que no era nada. Mintió diciendo
que estaban cortando el césped en la plaza Lavalle y con el viento se le fue al
cabello. Cuando regresó le pasó algo parecido en la cola del super donde
compraba habitualmente. Empezaba a sentir que lo miraban raro. Fue al gimnasio
y se repitió la misma situación. Las personas con las que tenía más confianza
le decían que tenía el pelo lleno de pasto.
Cuando
regresó a su departamento fue a ducharse. Al mirarse al espejo notó que el
pasto le había crecido por toda la cabeza. Solamente le quedaba algo de cabello
original en la parte de atrás.
Esta
imagen lo deprimió. Optó por no bañarse. Se acostó. Pensaba en no ir más al
gimnasio, tampoco verse con sus amigos ni con su hermano o ex pareja. Temía a
que lo vieran de ese modo. Recordaba todos los encuentros que terminó
suspendiéndolos a último momento o yéndose antes por los malestares que le
venían. Tampoco tenía ganas de seguir yendo a trabajar. Pero por otra parte
sentía que el trabajo no lo podía dejar porque sin él se moriría de hambre.
Pensaba ir con una gorra pero dudaba si en la escribanía la aceptarían. Recién
se pudo dormir pasadas las tres de la mañana. Al día siguiente Henry lo
despertó tocándole la cara con sus patas. Ricardo se sorprendió al ver la
habitación tan iluminada. Miró el reloj. Vio que eran más de las 12 del
mediodía. Al ver el teléfono se encontró con decenas de WhatsApp y llamadas
perdidas de la escribanía donde trabajaba. No sabía que hacer que escusa
inventar. Apagó el celular. Le puso agua y alimento a Henry.
Fue a
sentarse al sillón. Al poco tiempo el dolor de cabeza volvía a invadirlo.
Caminó al baño para tomar un calmante. También se mojó la cara y lo que antes
era el cabello. Luego regresó al sillón quedándose dormido. Se despertó pasadas
las cinco de la tarde. La cabeza ya no le dolía. Se sacó la ropa y se dirigió
hacia la ducha intentando despabilarse. Después de las 20hs comió una manzana y
se fue a dormir.
Ricardo
decidió pasar los días así. Solo salía de su hogar para comprar alimentos tanto
para él como para Henry. Cuando lo hacía se ponía una gorra y un buzo con
capucha para no llamar la atención. No prendía el celular porque no quería
saber nada del mundo exterior. Una tarde después de ducharse se animó a mirarse
al espejo. Vio que el pasto estaba mucho más alto. Sumado a que le habían
empezado a salir yuyos en la parte de la nuca. No dejaba de lamentarse. Mas
allá que ahora mucho ya no le preocupaba porque permanecía todo el tiempo
encerrado en su departamento.
Pasadas
las 21hs se acostó. A la mañana siguiente Henry volvía a tocarle la cara con
sus patas pero Ricardo permanecía inmóvil. Le lamió la pera pero seguía igual.
Semanas
después fue Cristian a ver lo que ocurría. Este había recibidos mensajes tanto
del jefe de Ricardo como de algunos compañeros del trabajo y amigos. Se
sorprendió al verlo tirado en la cama boca arriba. Con la cabeza cubierta de
pasto, un tronco con ramas llenas de hojas que emergía del interior del cráneo
y extensas raíces que le brotaban de la boca llegándole hasta el pecho.
sábado, 30 de noviembre de 2024
No puedo saber
No puedo saber

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