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sábado, 25 de mayo de 2019

Cuatro horas en el bar

Cuatro horas en el bar

Un hombre con camisa negra, saco y mocasines tambien negros apareció en aquel bar.  Sumado a un sombrero que le cubría su cabellera gris. Nunca nadie lo había visto antes. Ni los mozos, dueños del bar, personal de limpieza o clientes que suelen concurrir habitualmente. Desayunó café con tres medialunas. Eran justo las ocho de la mañana de un lunes.

Leía el diario. Cada tanto le prestaba atención a una pantalla ubicada en la parte de arriba de una columna.

Aunque no dejaba de escuchar las conversaciones de las mesas que tenía a su alrededor y anotarlas en un cuaderno. Como un grupo de abuelos que hablaban de lo caro que están los remedios mientras recordaban épocas pasadas. O a tres señores de traje y corbata que desde que entraron hasta que se fueron no paraban de mencionar números,bancos, mandar audios por whatsapp,firmar carpetas.

Se levantó a las doce en punto. Después de oír a tres señoras hablando mal de sus ex maridos. Pagó la cuenta, le dió propina al mozo y se fue caminando por Corrientes.

Al día siguiente aquel hombre justo a las doce del mediodía estaba en ese bar. Pidió churrasco con ensalada. Y para tomar vino tinto. Estaba vestido con la misma ropa de la jornada anterior. Miraba las noticias que daba la tv situada en la parte superior de la columna. Sin dejar de interiorizarse por las charlas que provenían de las mesas cercanas. Unos jóvenes que no veían que llegue la hora de salir de la oficina donde trabajaban para ver a sus amigos, parejas. Mientras comían pizza con cerveza y tocaban las pantalla de sus celulares. O la de otro grupo de no paraban de hablar de fútbol. 

Apenas el reloj marcó las cuatro de la tarde dejó el bar para perderse por la avenida Corrientes al igual que el día anterior.

El miércoles llegó a las cuatro de la tarde en punto. Para merendar ordenó café con leche. Acompañado con tres medialunas. Escuchaba los besos y frases de amor de una pareja que se sentó en la mesa de atrás. Sumado a la conversación de un grupo de chicas que salían de la facultad. De como iban con las materias. Sus proyectos. Algunas pensaban viajar para conocer otros países. Anotaba todo en su cuaderno. A las ocho. Luego de escuchar una discusión entre una madre y su hijo adolescente abandonó el bar.


A las 20 horas del jueves  estaba firme en la mesa. Vestido con su ropa habitual. Pidió de cenar una fugazzeta chica. Para tomar cerveza. Se enteraba de los principales sucesos de la jornada observando lo que daba la pantalla colgada en la columna. Aunque le cansaban ver y oír siempre las mismas noticias. Entonces se concentró en lo que ocurría en las otras mesas. Donde un grupo de muchachos, con sus manos ocupadas entre las cuerdas de sus guitarras y el vaso de vino que cada uno bebía, no paraban de hablar del recital que harían el próximo fin de semana. Tambíen, después de escuchar cantar el cumpleaños feliz, se dio cuenta que una abuela llegaba a los cien años. Lo festejaba con varias amigas junto a una gran torta. Sumado a los gritos que provenían de otra mesa donde acaloradamente discutían de política. A las doce en punto pagó la cuenta y salio caminando por la calle Corrientes.


A las 24 horas de la jornada siguiente se hizo presente en aquel bar. Pidió una botella de vino. Oía voces de adolescentes que comían nachos con queso. Cursaban el último año de la secundaria. Aparte de una pareja quejándose por su situación económica, de que la plata les alcanzaba cada vez menos, mientras hablaban de mudarse a otro lugar donde le salga mas barato el alquiler. Como siempre iba escribiendo todo lo que escuchaba. Mas tarde apareció otro grupo de jóvenes que pidieron tragos con alcohol haciendo la previa para ir a bailar. Sacaban selfies y las subían a redes sociales o mandaban por watshap. Hasta que a las cuatro de la mañana en punto pago la botella de vino y se fue.


A las cuatro de la mañana del día domingo llego otra vez a aquel bar. Siempre con la misma ropa. Ordenó nuevamente una botella de vino. Escuchaba a dos chicas y dos chicos con acento caribeño hablando de su vida aquí, de sus estudios en la facultad de filosofía, de política. Después volvió a escuchar besos y frases de amor. Esta vez de una pareja de hombres sentados en una mesa de al lado. Mas tarde oyó el golpe de una botella contra el piso. Y los gritos de un señor en estado de ebriedad que empezaba a insultar. A quien el encargado de seguridad que estaba en la puerta lo sacó.  

A las ocho se levantó de la mesa. Con el sol que pegaba contra el vidrio que daba a la calle. Luego de ver como un grupo de amigos sesentones se juntaban para desayunar, hablar de sus vidas, sus trabajos, esposas, hijos o nietos. Mezclado con temas relacionados a la situación del país, lo que dijo tal diario, si aquel gobierno o el otro fue mejor, algo de fútbol.

Durante los días siguientes aquel hombre no apareció mas por ese bar. Les extrañaba a los mozos. Ya que en esta semana siempre estaba presente.


Hasta que pasado un mes. A las cero horas de un domingo se hizo nuevamente presente. Tras pedir una botella de vino apoyó sobre la mesa un libro que había escrito con todas las conversaciones que fue testigo en aquel sitio. Empezaba a leerlas mientras bebía. Encargó otra botella. Levantaba cada vez mas el tono de voz hasta que los mozos le dijeron que se callara. Pidió otra botella mas. Seguía recitando, ahora murmurando hasta cerrar los ojos.

Las horas pasaban y jamás los volvió a abrir. Llamaron a una ambulancia y vieron que el cuerpo estaba sin vida.

Pasado un tiempo. Los dueños del bar pusieron ese libro junto a los diarios que había en el mostrador para que quien quiera lo leyera. También hicieron fotocopias de algunas historias y las colgaron en las paredes. Junto con la foto de aquel hombre. 


12 comentarios:

Sandra Figueroa dijo...

Un hombre misterioso. Me deja pensando cual seria el motivo de hacer ese libro con las conversaciones y luego morirse.....Muy buen relato que me deja intrigada....... Saludos Gus.

María dijo...

Qué fuerte el final. Me ha causado conmoción, no me lo esperaba. La verdad es que ye ido leyendo casi sin pestañear totalmente intrigada, me ha encantado Gustavo, como lo has ido narrando.

Un placer leerte y mil gracias por acompañarme siemore en mi rinconcito.

Un beso enorme y feliz domingo.

maria cristina dijo...

Qué original esta historia, Gustavo, el método que tuvo el protagonista para escuchar diferentes historias, por los distintos horarios en que concurría y dejarlas como testimonio. Su empecinamiento final fue mortal para él, pero dejó su fruto, un abrazo!

Recomenzar dijo...

nteresante tu texto del principio hasta el final

Gustavo dijo...

Hola Sandra. Si. Cada uno con su tema. Tendra sus razones. Asi quedo como una leyenda. Algo mas mistico. Te mando un abrazo


















Gustavo dijo...

Gracias Maria Dorada por tus palabras. Un abrazo y que tengas una exelente semana

Gustavo dijo...

Hola Maria Cristina. Si. Uno de los tantos personajes anonimos de Buenos Aires que luego que se van dejan su impronta. Con sus misterios. Te mando un abrazo y que termines bien el domingo

Gustavo dijo...

Gracias Recomenzar! Me alegro que este tambien te haya gustado. Un gran abrazo!

El Rincón de Keren dijo...

Creo que yo no podría estar pendiente de todas la conversaciones cada día. Si acaso, un día, siempre voy inmersa en mis cosas por la calle. Pero supongo que cuando uno se hace asiduo en un lugar, siempre se le acaba echando de menos, y así es como se van hilando las ocurrencias de un bar y sus gentes. Me ha gustado. Cómo la vida misma. Saludos!!!

CRISTINA dijo...

Hola Gustavo, es una historia muy curiosa, que capacidad para escuchar diferentes historias, tiene la gente. Se fue de este mundo sumergido en su propia historia, y siempre habrá quien lo lea y el libro irá pasando de mano en mano.
Feliz semana. Un fuerte abrazo!

Gustavo dijo...

Hola Keren. Si. Es mas de ficcion jaja. Uno por ahi si va un rato puede escuchar algo de la mesa o grupo mas proximo pero nada mas. Aparte no se. Hay que estar cuatro horas seguidas. Pero bueno. Hay historias y gente para todos los gustos. Te mando un abrazo

Gustavo dijo...

Gracias Cristina. El libro quedara. Algunos lo leeran comentaran y pasaran. Y a lo mejor haya otro que se le ocurra hacer otro libro con nuevas historias. Quien sabe. Te mando un abrazo y que tengas un lindo fin de semana