Red de escritores en español

sábado, 26 de octubre de 2019

Los años de Martin

Martin se ganaba la vida trabajando en un bazar. Llego allí por la ayuda su tío. Hace aproximadamente seis años.  Quien era amigo del dueño y lo tomó para que atendiera el local. Como se desempeñaba bien continuó allí.  Antes estaba desocupado. Tampoco estudiaba. Ya que a los pocos meses de comenzar la carrera de medicina notaba que lo absorbía, que eran demasiadas cosas.

 Aparte de no sentir la misma pasión por esa profesión como en tiempos  anteriores.

Hace poco cumplió treinta años. Estaba triste. Se sentía solo. Los  amigos con los que salia antes ya se habían casado, puesto de novios o eran padres. Lo mismo que su hermano. En cambio él no llego a hacer nada de eso. Estaba deprimido. Iba de su casa al trabajo o al super a comprar las cosas que le faltaban. Por ahí algun sábado a la noche para despejarse y olvidarse un rato salía a a tomar alguna cerveza en algun bar. Si no se la pasaba todo el tiempo en su casa escuchando música, jugando con la computadora, viendo cosas en tv, en internet, leyendo.

Tras bajarse del colectivo lo siguió un hombre mayor, de larga barba, vestido con ropas gastadas. Paro en un kiosco. Este lo esperó. Al pagar el alfajor que compró siguió su camino. Giró su cabeza y notó que avanzaba detrás suyo. Aunque por su lento caminar no lo podía alcanzar.

Hasta que finalmente Martin llegó a su departamento.

Otra tarde Martin lo encontró nuevamente. Esta vez cuando salió de una verdulería. Le dijo algo. Martin no le prestó atencion. Vio que lo volvía a seguir. Se acordó que le faltaba comprar pan. Cruzó a la panadería situada enfrente. Cuando abandonó el local otra vez se le apareció este hombre. Le gritaba, hacia movimientos con sus brazos. Martin no le llevaba el apunte. Pensaba que no estaba muy bien. Regresó a su domicilio.


Un sábado a la noche fue a un bar. Pidió una cerveza de litro. Como siempre iba solo. Ya que no tenía a nadie con quien hacerlo. Mientras estaba en una mesa se sentó a su lado esa persona. Martin no tenía demasiado que hacer ni con quien hablar. Se dispuso a escucharlo. Este le decía que trate de modificar su vida. Que intente hacer algo que le gustara, ver cosas nuevas, conocer gente, realizar actividades junto a otras personas. Ademas de darle a entender que de esa manera terminaría solo toda la vida. Completamente aislado. Sin nadie a su alrededor. Como le explicó que se hallaba él. Una vez que terminó de decirle esas últimas palabras se levantó y se fue. Martin le gritó que se quedara pero aquel hombre no lo escuchó.


Pasaban los días sin que Martin tuviera noticias de esa persona. Jamás la volvió a ver. Ni cuando se bajaba del colectivo, al hacer las compras o regresar a su hogar. 

Continuaba con su vida rutinaria mientras los meses transcurrían. Sentía que le caló hondo las cosas que le había dicho aquella persona. Ahora deseaba volver a encontrarla para seguir conversando. 
Una mañana lo despertó el celular. Era su jefe. Se quedó dormido. Soño que cantaba en un coro junto a varias personas mas. Luego de terminar lo apaudían un monton de gente. Tanto a él como a los demas. 

Mientras viajaba a su trabajo no dejaba de pensar en aquel sueño. Sentía que todas estas cosas eran un llamado de atención. Notaba que era el momento de dar un giro y hacer algo diferente en su vida.



domingo, 13 de octubre de 2019

Gabriela y Ana

Gabriela y Ana

Gabriela vivia en Tostado, provincia de Santa Fe. Su madre era maestra. Ella era artista. Escribía, pintaba, componía canciones. Sin embargo trabajaba en un almacén que era de su padre. Cada vez se sentía mas incómoda allí. Notaba que ese lugar le quedaba chico. Haciendo siempre lo mismo,  hablando o viendo a la misma gente. A no ser por alguien que haya fallecido o ido del pueblo. Estaba cada vez mas cerca de llegar a las tres décadas de vida. 

Su idea era irse a vivir a Buenos Aires. Una ciudad grande, donde nadie la conozca. Y con muchas mas posibilidades de desarrollarse artísticamente. Pero se quedaba allí por su madre. Era hija única. Su padre murió hace varios años en un accidente automovilístico. 

Ana enseñaba por la mañana historia en una escuela de Balvanera. Y por la tarde en un colegio de Saavedra. Hace mas de veinte años que lo viene haciendo.  Aunque siempre estuvo radicada en Mataderos. Desde que nació. Hace mas de cinco décadas. A sus padres ya no los tenía. Era separada. Su hijo alquilaba un departamento con su novia en Flores. 

Ana estaba cansada del ritmo de la ciudad. Los horarios, las distancias, el tránsito. Levantarse a tal hora y salir disparada para no llegar tarde. Al regresar tener que ver si tiene algo para comer. Si no es así irse a comprar, cambiarse, bañarse, preparar la comida. Cada vez lo soportaba menos. Pensaba que todo eso le quitaba tiempo y concentración a lo que realmente sabe y le gusta. A esa edad deseaba irse. Hacer lo mismo pero en un sitio mas tranquilo. 

Los años pasaban en la ciudad de Tostado y Gabriela seguía con su rutina. Solo que ahora debía cuidar a su madre. Tenía cancer de hígado y ya no daba clases. Estaba todo el tiempo en la casa. Acostada, sentada viendo tv o escuchando la radio. Gabriela se encargaba de llevarla al hospital para hacerle los controles, comprar los remedios. Cuando iba a atender al almacén le dejaba las llaves de la casa a una vecina para que la viera. 

Ana seguía con su lucha en Buenos Aires. Cada vez angustiada. Sentía que cada día le costaba mas todo. Hasta hubo veces que se quedó dormida. Sumado a que tambies mas seguido le venía fiebre, dolores estomacales.

Meses después hubo una mañana en la que Gabriela fue a la pieza de su madre. Ella permanecía quieta con los ojos cerrados. Gabriela Se sentó a su lado. La tocaba. Pero era en vano. Gabriela se quebró en llanto. 

Mientras tanto Ana sentía que no podía mas a este ritmo. Se planteo dejar la profesión. 

Las semanas pasaban y Gabriela sentía que en Tostado ya no tenía a nadie. Tampoco tenía demasiadas amigas. Deseaba abandonar la ciudad e irse a Buenos Aires. Se contactó por facebook o watsapp con varios contactos que había visto en las redes.

Ana empezó a buscar avisos docentes en el interior del país. 

Al año siguiente Gabriela alquilaba un departamento con dos chicas en Almagro. Se hablaba por internet desde hace años. Sus compañeras no tuvieron problemas en compartir su habitación con Gabriela. 

A la vez que Ana se hallaba parando en un hotel en Tostado. Le habían comunicado que podría ejercer la docencia allí. Ya que hace años falleció una maestra y no quedaban demasiadas en el pueblo. 

Una de las compañeras de Gabriela le dijo que una amiga le contó de una señora que vivía en Mataderos, a una cuadra de ella, que abandonó la casa. No sabía bien que hacía pero la escucho hablar que se hartó de la ciudad.

A Ana le dijeron la historia de la maestra. Que su hija única no quiso seguir en el pueblo ni en el almacén de su padre. A la vez que le mostraron la casa. A Ana no le parecio mala idea quedarse allí. Era lo que soñaba. Un lugar tranquilo. Donde podría tener mas tiempo para todo. Despertarse con el canto de los pájaros. Ver mas verde. A la noche contemplar mejor las estrellas. Lejos de las bocinas, los edificios, las corridas.

Gabriela fue a ver el sitio donde vivía Ana. Al ver que estaba en condiciones optó por quedarse allí. Y de paso no molestaría a sus compañeras. Sentía que se le abría todo un mundo por delante. Pensaba dar clases particulares de escritura, pintura. Además de ir a mostrar sus cosas en centros culturales, participar de talleres, anotarse en la universidad.

Pasaron cinco años cuando Ana quiso ir a ver como estaba su viejo domicilio de Mataderos. 
Le pareció extraño que su llave no entrara en la cerradura. Toco el timbre. Oyó la voz de Gabriela. Esta la atendió por un pequeño mirador de vidrio que había en la puerta. Ana se cansó de decirle que es la dueña de esa casa. Gabriela finalmente le abrió. Ana le mostró el celular con fotos con ella en su casa. Le preguntó quien era. 

Una vez que Gabriela le contestó Ana se quebró. Le dijo que sabía su historia por lo que le dijeron en Tostado. Gabriela le hizo saber que una amiga de una compañera suya tambien le contó lo de ella. Se abrazaron. Gabriela la hizo entrar. Preparó un café.

Hablaron de todo un poco. De los padres, ex novios, hijos. De los diferentes ritmos de vida entre la ciudad y los pequeños pueblos. De lo que es mejor para cada uno. Sumado a interminables charlas sobre educación, docencia, arte. Sus dificultades que atraviesa, las contradicciones, los puntos en el que se avanzó. Se hicieron amigas. 

Ana le hizo saber sobre ciertos acontecimientos históricos que Gabrlela desconocía y Gabriela sobre arte ,pintores y escritores santafesinos.

Para las vacaciones de verano Ana la invito a Gabriela a pasar unos días en su vieja casa en Tostado. 

sábado, 28 de septiembre de 2019

Estados

La tarde nublada estaba
Aunque detras de las nubes un sol radiante iluminaba

Caluroso se presentó el día
Pero debajo de las sábanas un inmeso frío hacía

Negro el paisaje se vislumbraba
Aunque abriendo la puerta hermosos colores brillaban

De los árboles las hojas caían
Pero el viento las arrojaba de nuevo hacia arriba

La oscuridad de la noche atormentaba
Aunque todo era alegría alrededor de aquel fuego que alumbraba

De muy lejos venían
Pero la llegada estaba en el punto de partida

sábado, 14 de septiembre de 2019

Somos

Somos

Somos una contraseña

Un numero de watsapp

Una foto de perfil

Un nombre de usuario

Una foto de perfil

Un tipo de cliente

Una imagen de fondo

Un codigo de wifi

Una clave de acceso

Pero también somos personas

sábado, 31 de agosto de 2019

Pantallas

Pantallas de cine
mostrando los estrenos que siguen

Pantallas de televisión 
informando lo que se hablara hoy

Pantallas en blanco y negro
que nos transmiten algún recuerdo

Pantallas LSD
con equipos de fútbol dispuestos a vencer

Pantallas de videojuegos
que nos divertían en una tarde de febrero


Pantallas del celular 
diciéndonos como vamos a estar

Pantallas de netbook
que llevan a entretenernos

Pantallas de computadoras 
actualizándose con el correr de las horas

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Antes uno no se veia a si mismo en una pantalla. Al menos que fuese actor, que trabajara en la tv. O músico que grabara videoclips. De otra manera era algo inimaginable. De ciencia ficcion. 
Hoy en día cualquiera puede verse a si mismo en la pantalla del celular o la compu a traves de Facebook, youtube y cuanta red social aparezca en el camino. Re loco no?

sábado, 24 de agosto de 2019

Heridas de la Tierra






No me gustaba el accionar de algunos grupos veganos. Imponiendo su forma de alimentarse, de consumir. Porque, pensaba,  uno tiene de recho a comer como se le antoje. Y no anda criticando a lo que consume el otro, escrachándolo, agrediendolo.

Pero en parte ahora les doy la razón. Estamos matando el planeta. De niño me enseñaron a tomar leche. Y desde que tengo uso de razón a comer carne. Sigo llevando seguido a la boca churrasco, pollo a la plancha, al horno, milanesas de ambos. A veces fiambre, salchichas, atun o paté. Tambien empanadas de carne o jamon y queso. Sumado a pizza, pastas, arroz, galletitas, miel o dulce de leche. Ademas de verduras como tomate, zanahoria, lechuga o pepinos que agregué hace poco por el tema del colesterol o triglicéridos . Y frutas de postre. Estoy acostumbrado a comer de ese modo. Sino siento que me faltaría algo. Mas a esta edad adulta. Calculo que debe sentir lo mismo el fumador si no tiene el cigarrillo. 


Por cada milanesa, bife o suprema que mis dientes mastican se debe ensanchar la frontera agrícola. Deforestar mas montes o selvas nativas para que gente como yo pudiera consumir. Eso multiplicado por millones de personas a nivel mundial. 


Ademas de comprar los alimentos en la carnicería, verdulerías, superchinos, panaderías o pizzerias. Muchos vienen en latas, carton, plástico ayudando a contaminar aun mas el planeta. Por mas que uno los lleve a las campanas verdes o puntos de reciclaje en algun lugar tienen que terminar. 

Seguramente no seré el único que lo hace. Lo harán otros millones mas. 

Estamos acostumbrados o mal acostumbrados a cierto modo de vida. Sera porque vivimos en ciudad y no hay montes ni animales. Por falta de tiempo para ir a cazar, recolectar sumado a la comodidad.


Pero así no vamos bien. Hace pocos años en Argentina tambien teníamos problemas de incendios e inundaciones a la vez. También por la deforestación. Sumado a que hasta el día de hoy se sigue desmontando para la soja o ganadería. Y ahora lo del Amazonas. El principal pulmón del planeta. No se lo que ocurriría de ahora en mas. Veranos hipercalurosos, tormentas mas severas, inundaciones. La calidad del aire que respiramos. No lo se. Pero seguro que va a traer consecuencias. 


Sin contar a las ambiciones de empresarios. Los agronegocios. La ineptitud, corrupción o vista gorda de los Gobiernos. Sus intereses.


Yo siempre imaginé que la Tierra moriría seca y contaminada. Por la simple razón que cada vez somos mas. Y llegará un momento que los recursos se agotarán. Sumado a que se agregan nuevos cuerpos que consumen y generan desperdicios.. 


Solo que lo imaginaba como algo lejano. Cuando ya no viva. Jamás pensé que esto se podría llegar a desencadenar. Un incendio enorme que no se como lo lograran apagar si lo hacen. Y un mundo que parecería no tener vuelta atrás. Con no se cuantas especies que se han perdido para no volver. Con pueblos originarios que ven como se destruye su hogar natural.


Mientras tanto lo seguimos mirando a traves de pantallas de celulares con baterías de litio que le es quitado al medioambiente, tablet o TV de plastico que una vez que se rompan terminarán contaminando algún sitio, de los diarios de papel con madera de algún arbol. Ademas de ir a comprar al super y luego sacar los residuos  que se arrojarán en algún relleno o basural. 


sábado, 17 de agosto de 2019

Vias




Vías



Vías que van

palpando la ciudad

Vias que vienen

estresadas en los aterdeceres

Vias que refrescan

en cada lluvia que llega

Vías que se pierden

bajo una luna resplandeciente





Sin saber hasta donde llegarán
o si alguien les anunciará su final

Llenas de ilusiones

en cada una de las estaciones

Como también de tristezas

en los pueblos donde ya nadie espera


Ellas estan

en cada nuevo sol que nacerá



sábado, 3 de agosto de 2019

A ese sitio

 A ese sitio

Ver como las raíces nacen
mientras el agua de lluvia la tierra absorbe

Al planeta como un globo azul intenso
desde un sitio del universo

Comer los caramelos
que me traía mi abuelo

Con mi perro volver a jugar
y llevarlo a pasear

De la mano de mi abuela ir a la plaza
para después pasame el día en su casa

Tomar la leche chocolatada
que me preparaba mi madre apenas me levantaba

En un lugar sin tiempo
sin que se escuche el ruido del viento

Con mi cuerpo hecho una sombra
donde la luz no lo toca

domingo, 21 de julio de 2019

Minicuentos 2

Minicuentos 2


Continuando con esto que subí en 2012 https://yangus00.blogspot.com/2014/12/minicuentos.html ahora va otra nueva tanda de minicuentos






Hicieron un puente para cruzar ambas márgenes del río.
Apenas inaugurado se llenó de gente.
Después que la gente se retiró el puente levantó vuelo
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La tarde se puso rosa. 
Y una paloma pasó hasta perderse de vista.
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En una vereda de la calle Cortina personas de entre 60 y 70 años se juntaron para jugar a la pelota. 
Lo hicieron con la intención de revivir momentos de su niñez. 
Una vez terminado el partido compraron una gaseosa en un kiosco para tomarla entre todos del pico. 
Luego se fueron cada uno a su casa.
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Una manzana cayó de un balcón sobre la cabeza de una señora.
Esta, después de comérsela, arrojó el tronco pelado sobre aquel balcón.
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Un perro tomó con la boca un periódico de un puesto de diarios. Lo dejó en la entrada de un edificio. 
El encargado, tras leer los títulos lo puso en el cordón de la vereda. 
Pasó otro perro y lo dejó en la entrada del edificio de enfrente.
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domingo, 7 de julio de 2019

El recorrido de Agustin

El recorrido de Agustin

Agustin fue a la casa de un amigo. Este lo había invitado para jugar un rato a la playstation. Eran compañeros de la escuela. Ya que ambos cursaban el último grado de la escuela primaria.
Empezó a caminar. Era un día gris de otoño. A veces la espesa niebla lo cubría todo. Los edificios, árboles, carteles. En la otra cuadra Agustín no veía nada. Solo un manto gris. 
Apenas llegó apareció en un angosto camino de tierra. Rodeado por un paisaje de rocas y montañas que había en el fondo. Ahora el cielo estaba totalmente despejado. Y un sol que le quemaba el cabello. 
Agustin no sabía que hacía allí. Se toco la piel para ver si soñaba pero todo era real. Caminó por aquel sendero. Empezaba a ver charcos de agua. Los esquivaba para que no se le mojen las zapatillas. Pero a medida que avanzaba eran mas. Y mas grandes. Debía saltar para no mojarse. Hasta que en un momento no pudo mas. El camino se convirtió en un arroyo. Una vez que el agua le llegaba hasta casi las rodillas salió. Siguió su rumbo por las rocas que había en el borde. Hasta que repente el río crecio. El agua ahora corría velozmente. Arrastrando piedras, arena. Le llegaba hasta el pecho. Hasta que en un momento la corriente pudo mas y lo llevó a Agustin también. 
Se sujetó contra una roca. Estuvo un tiempo largo así  hasta que de a poco el agua empezó a bajar. Mas tarde el camino era barro y charcos. Volvió a avanzar. Total ya tenía su ropa empapada. Ahora debía lidiar con los mosquitos que no lo dejaban tranquilo. Lentamente el sol se fue mientras el cielo se iba cubriendo de estrellas. Una vez que la noche ganó terreno Agustin se detuvo. Se acostó al lado del camino. Tenía frío. Sentía que la temperatura bajó enormemente. Tanto las zapatillas, como el buzo y pantalón largo que llevaba aún no se le secaron. Intentó dormir como pudo. Se acurrucó. Los mosquitos no dejaban de molestarlo.
Cuando el sol le pegaba en la cara Agustin despertó. Soñó que estaba en su casa. Con su mamá que le preparaba el desayuno. Pero al abrir los ojos vio otra vez ese solitario camino de polvo. En un paisaje desierto. Sin casas ni gente con quien hablar. Desconocía los motivos por los que se hallaba en ese sitio. Se puso de pie. Empezó a caminar con la intención de buscar una salida. 
Mas tarde escucho ruidos. Observó hacia todos lados pero no vio nada. Siguió andando. Estos ruidos los sentía cada vez mas cerca. Giro su mirada de nuevo hacia atrás y notó que avanzaba una caravana. Corrían a toda velocidad hacia donde estaba él. Gritaban. Una vez que se aproximaban notó que eran cuerpos grises. Con orejas redondas y un solo ojo en la frente. Agustín intentó hablarles pero estos gritaban cosas que no entendía. Eran cada vez mas. En sus manos portaban palos negros. Tuvo miedo que le hicieran algo. Se apartó del camino. Corrió a refugiarse en las piedras que había mas al fondo. Estuvo un rato observando. Una enorme procesión de cuerpos corriendo, gritando y portando palos. Cuerpos que por lo que vio no eran humanos. Menos sabía donde se dirigían o para que. Después desaparecieron. Agustín volvió al camino y este nuevamente se hallaba desierto. Continuó su marcha. Notaba que era mediodía porque el sol ahora le pegaba directo en la cabeza. El calor lo obligó a sacarse el buzo y quedarse en remera. Se contentó al ver que la ropa ya se le había secado. Pero seguía sin saber que hacía en aquel lugar o como saldría de el. Extrañaba a sus amigos, su mamá y a su hermano mayor que estaba por cumplir veinte años. Tenía hambre. Perdió el tiempo de cuando fue la última vez que comió. 
Al atardecer Agustin detuvo su andar. Se sentó. Observó que detrás se asomaba una enorme luna amarilla mientras el sol iba perdiendo fuerza. Se puso de nuevo el buzo. Cuando el cielo se oscureció por completo intentó dormir. Esta vez no lo molestaron los mosquitos. Pero si el frío intenso. 
Horas mas tarde se despertó sobresaltado. Oyó explosiones. Y vio un enorme resplandor. Apenas se incorporó vio que una bola de fuego cayó a pocos metros. Levantó la mirada. Observó que del cielo caían enormes bolas de fuego. Y al impactar contra el piso provocaban una gran explosión. Nunca vió algo así. Empezó a correr. Encontró una roca de gran tamaño. Con un orificio en la parte delantera. Se metió como pudo allí hasta que pasara todo eso. Se quedó dormido. 
Abrió los ojos cuando noto que algo frío le mojaba la cara. Estaba lloviendo. Ya era de día. Se refugio mas sobre esa roca. Cuando paro de llover salió otra vez. Le llamó la atención la manera que se había modificado el paisaje. Las nubes desaparecieron y apareció un sol radiante.  El camino continuaba en su lugar. Pero ahora se veia rodeado de árboles. Rodeado por extensos pastizales. Avanzó. Este cambio le dio mas esperanzas. Tomó agua de los charcos que dejó la lluvia. 
Escuchó chillidos. Miro hacia arriba. Eran aves. Con enormes alas color marrón. Muchas de estas se acercaban mostrándole los dientes. Y le arrojaban una especia de saliva. Agustín sintió asco. De pronto una de estas aves le mordió el pelo. Agilizó la marcha. Otra hizo lo mismo con su buzo agujereándolo. Fue ahí cuando se escondió debajo de un pino. 
Estuvo un buen rato. No sabía que mas pensar o hacer. Mirando cosas que jamás había visto. Dudando si alguna vez volvería a su hogar. Se imaginaba en su casa. Jugando con sus amigos. Terminando el séptimo grado. Con la idea de seguir comercial. Le gustaban los números. Se ponía a llorar cuando pensaba en su mamá. Como estaría ella ahora. 
Una vez que se levantó volvió por ese sendero. Las aves ya se habían ido. Al anochecer se acostó sobre el paso. Los mosquitos de nuevo volvieron a molestarle. También cada tanto aparecían hormigas que le picaban. 
A la mañana siguiente una piedra lo despertó. Luego de un mal dormir se incorporó. Esta vez eran esqueletos apostados en el camino. Estos caminaban lentamente. Y al pasar por donde se hallaba Agustin le arrojaban piedras. Para luego seguir su recorrido. Una le pegó en la frente provocándole una herida. Corrió a un sitio donde la vegetación era mas densa. Cuando se fueron regresó al camino. Estaba débil. No sabia si era producto de no dormir casi nada la noche anterior o por el tiempo que llevaba sin ingerir alimentos. Pasado el mediodía, cansado de andar se tiro sobre el pasto. Un frondoso álamo le deba sombra. Después de un largo tiempo volvió a abrir los ojos. Le costo saber donde estaba. Aunque lentamente a medida que se fue incorporando se dio cuenta. Por el sitio donde se ubicaba el sol pensó que era la tarde. Se puso de pie nuevamente. No sin dudar si tendría o no algun sentido. Si no era mas conveniente quedarse en ese sitio y que pasara lo que tenga que pasar. 
Al anochecer se acostó nuevamente sobre el cesped. Este estaba mojado. Los mosquitos de nuevo lo empezaron a azotar. 
Al otro día vió que se hallaba en una playa. El camino había desaparecido. Ahora era arena. Miro a su alrededor. En un costado había dunas y yuyales. En el otro un mar de color verde. Se alegró un poco al ver este nuevo paisaje. Aunque mucho no pudo observar porque todo se hallaba envuelto en una espesa niebla. Se levantó y corrió hacia el mar. Se lavó la cara. Notó que el agua estaba helada. Escuchó pisadas. Alzó de nuevo la vista. Se aterró al divisar que detras avanzaba una jauría. Agustín agilizó el paso. La bruma era cada vez mas densa. Ya los tenía pisando los talones. Gruñían, les mostraban los dientes y su boca llena de espuma. A medida que avanzaba la visibilidad disminuía. Sintió que uno de estos animales le arrancó la zapatilla del pie izquierdo. Siguió huyendo. Otro le mordió el pantalón. Continuó escapando. Ya no veía absolutamente nada.
Apereció en la puerta de su casa. Toco el timbre y apareció Graciela, su mamá. Ella le preguntó donde estuvo. Se alarmó al ver el corte que tenía en la frente. Sumado a que le faltaba una zapatilla. También se percató que tenia el buzo y pantalon rotos. Agustin no supo que contestar. Graciela lo encontró mas flaco, sucio, de mal aspecto. Lo abrazó. Ambos se fundieron en llanto. Le dijo que se fuera a bañar mientras ella le preparaba algo de comer. 

sábado, 22 de junio de 2019

El pronostico

El pronóstico



Luciano vio que anunciaban lluvias y tormentas para el próximo sábado. En la tv, en la aplicación de su celular. Tenía pensado hacer asado en la terraza de su casa e invitar a varios de sus amigos que se reunía para jugar al fútbol en la semana. 

Vivía con su novia en Villa Luro. El viernes, Luciano, mientras estaba en el kiosco que atendía escuchaba que el pronostico del tiempo había empeorado. Anunciaban gran caída de agua y granizo. Sumado a fuertes ráfagas y actividad eléctrica. Lo angustiaba. Hace alrededor de un mes tenía planeado ese asado. Sus amigos vivían lejos. Uno en San Martin, otro en Lanús. Tambien había de Colegiales, Castelar. 

El Sábado amaneció con sol. Hacía bastante calor. Luciano lo notaba en la pesadez de su cuerpo. Pensaba que debía haber baja presión y alta humedad. En la tv no paraban de anunciar tormentas severas. Lo mismo ocurría al ver el tiempo en su teléfono. Al mediodía el cielo se cubrió de nubes. Empezaron las ráfagas de viento. Esperó a que su novia viniera del negocio de ropa donde trabajaba para almorzar los dos juntos. Una vez que terminaron se fueron a hacer la siesta. 

Cuando despertó Luciano notó que el tiempo seguía igual. Nublado y ventoso. Pero no llovía. En la tele mostraban que habían caído fuertes chaparrones en varios lugares, granizo, calles anegadas. Lo mismo en las redes sociales. Luciano, al ver que por donde vive él no llovió no le dio importancia. 

Él con su novia fueron a comprar carne, pan, cerveza, tomate y cebolla. Mas tarde Luciano empezó a hacer el fuego. A medida que pasaban los minutos sus amigos se encargaron de avisarle que no podían ir. Había entrado agua a sus casas, no tenían luz, estaban las cuadras inundadas. Luciano pensaba que era una joda. Que lo estaban cargando. Ya que por su barrio no cayo ni una sola gota.

Salió a la vereda. Observó que estaba todo seco. El aire era mas fresco. Hasta había partes donde se dejaban ver las primeras estrellas de la noche. Empezó a insultar contra los pronosticadores. Se preguntaba para que dijeron que habría tormentas si por ahí no llovió. Sus amigos le seguían insistiendo que era verdad. Que no podían ir. Les mandaban imágenes al grupo de watsapp que compartían. Luciano les decía que estaban exagerando. Que eran mala onda.

Volvió a ver tanto el la tv como en fotos que mandaban a facebook de gente con el agua hasta las rodillas, barrios sin luz, arboles y techos derribados. En Quilmes, Almagro, Avellaneda, San Justo, etc. 

No le dio importancia. Apagó el fuego. Les mandó una puteada a sus amigos y abandonó el grupo de watsap. Se fue a dormir. 

domingo, 9 de junio de 2019

Alfredo y Pluto

Alfredo y Pluto


Alfredo llevaba una vida rutinaria. Salia a comprar los alimentos del día, algún remedio. También caminaba por una plaza cercana a su domicilio. 

Gran parte del día se la pasaba en su casa. Regando las macetas que tenía en el patio. Escuchando la radio o mirando televisión. Aunque la mayoría de las veces que lo hacía se quedaba dormido. Cada tanto miraba alguna foto vieja. Lo que lo llenaba aún mas de tristeza.

Estaba así desde que murió su mujer. Hace aproximadamente cuatro años. A causa de un cáncer de pulmón. Su hija mayor vivía en Estados Unidos, y la menor en España.
Un Domingo, a eso de las siete de la mañana , Alfredo salió a comprar el diario. Cada tanto lo hacía. Mas que nada los días que amanecía antes y el tiempo estaba lindo. Mientras caminaba empezó a seguirlo un perro. Lo miraba. Este movía la cola. Continuo su marcha. Y el perro detrás . Una vez en el puesto se quedo hablando un rato con Jose, el dueño. A quien lo conocía desde hace bastante tiempo. Ambos superaban los setenta años. Alfredo hace mas de cuatro décadas vivía en Villa Luro. Y José iba a cumplir veinte años atendiendo allí. Hablaron de la situación del país, de como había cambiado el barrio. Aunque también de salud sumado a temas familiares.

Luego se puso a caminar las seis cuadras que lo separaban de su casa. En una esquina estaba de nuevo ese perro. Alfredo lo acarició y empezó a lamerlo. Siguió caminando. Este ahora se ponía a su lado. A veces corría unos metros para después sentarse esperando que llegara Alfredo.
Cuando llegó a su domicilio se paró en la puerta. Alfredo lo volvió a acariciar. El perro se sentó mirándolo fijo con la cabeza inclinada. Alfredo no lo soportó. Así que lo dejó entrar. Este se le tiró encima lamiéndole la cara y moviendo la cola
Se puso a desayunar mientras leía los titulares del periódico. Como el perro se sentó a su lado le dió unos trozos de pan. Los comió enseguida. Luego le puso un balde con agua en el patio para que tomara.

Se le ocurrió llamarlo Pluto. A la tarde fué con Pluto caminando a la plaza. Se sentó en un banco. Pluto agarró un palo y lo soltaba en los pies de Alfredo. Alfredo lo arrojaba y Pluto volvía a traérselo.
Por la noche se hizo unos bifes. Dos para él y dos para Pluto. Después le cambió el agua. Se quedo mirando tele un rato hasta que se fue a dormir.
Al día siguiente lo llevó al veterinario para hacerle un control. Este le dijo que debería tener entre cinco y seis años. Le compró alimento, un collar y un recipiente para ponerle la comida. En su casa ahora jugaba en el patio con una pelotita de tenis que era de sus hijas cuando todavía eran chicas. Alfredo la arrojaba y Pluto se la traía. Tambien se veía obligado a limpiar los excrementos que Pluto dejaba.

Ahora se le pasaban los días diferentes a Alfredo. Cuidando de su nuevo amigo. Jugando. Sacándolo a pasear. Había veces que iba caminando con Pluto hasta la Agronomía.

Otra fue hasta la avenida Juan B. Justo para después tomar Gaona. Se sentó en una mesa que había en la vereda de un bar. Pidió dos sandwiches. Uno comió él y el otro se los dio a Pluto. Después siguió hasta plaza Irlanda. Allí fue al primer bebedero que encontró. Llenó sus manos can agua para que bebiera su mascota. Luegó se sentó en un banco. Pluto se acostó a su lado.

Alfredo empezaba a vestirse mejor. Se compro camisa, pantalón y zapatillas nuevas.

También salía a la noche. A andar por las calles del barrio. Incluso cuando hacía calor iba a alguna pizzería. Se sentaba en las mesas de afuera con Pluto a su lado. Otras veces luego de cenar caminaba con su perro al cine de Devoto. Alfredo entraba a ver la película y Pluto se quedaba merodeando por ahí. Y a la salida lo aguardaba en la puerta.
No había sitio donde no fuera acompañado de su mascota. A pagar impuestos, cobrar la jubilación, farmacia, etc. Hasta las veces que tenía hora con un médico que le quedaba cerca. Lo dejaba en la vereda mientras esperaba su turno. Pluto olfateaba arboles, caminaba. Y cuando Alfredo terminaba Pluto estaba en la puerta esperándolo.

Pluto lo cuidaba a Alfredo. A la mañana apenas se despertaba corría a su dormitorio a lamerle la cara. Cuando alguien tocaba el timbre se dirigía a la puerta a ladrar. Lo mismo hacía si en las noches oía ruidos que no eran los habituales.

Con los años Pluto ya no corría como antes. Caminaba mas lento. A veces se detenía. Se sentaba a descansar para luego proseguir su marcha. O lo hacia en sentido contrario para volver de nuevo a casa. En algunas ocasiones tampoco quería salir.

El veterinario le dijo a Alfredo que era un problema de artrosis. Y a medida que vaya envejeciendo eso va a empeorar. Le dio unas pastillas para que lo calmaran.

Alfredo entonces no lo llevaba tan lejos. Iba mas lento esperando los tiempos de Pluto. Cuando hacía algún mandado nuevamente lo hacía en soledad. Tampoco salía por las noches.

Esto se le fue agravando hasta llegar a un punto que le costaba moverse. Permanecía la mayor parte del tiempo tirado en el piso. Antes Alfredo le dejaba el agua y la comida en el patio. Ahora se la acercaba a donde Pluto se hallaba para no forzarlo. Aunque tampoco comía demasiado. También hacia sus excrementos donde podía.

Una mañana Alfredo se levanto. Vio que Pluto estaba en la cocina. Pensó que estaba durmiendo. Pasaban las horas y permanecía así. Lo tocó. Se dio cuenta que no respiraba. Llamó de urgencia al veterinario. Este último, al verlo y no poder hacer nada llamó a varios colegas.


Una vez que se fueron y retiraron el cadáver Alfredo se largó a llorar. No se sentía bien. Tenía fuertes dolores en el pecho. Se fue a acostar.

sábado, 25 de mayo de 2019

Cuatro horas en el bar

Cuatro horas en el bar

Un hombre con camisa negra, saco y mocasines tambien negros apareció en aquel bar.  Sumado a un sombrero que le cubría su cabellera gris. Nunca nadie lo había visto antes. Ni los mozos, dueños del bar, personal de limpieza o clientes que suelen concurrir habitualmente. Desayunó café con tres medialunas. Eran justo las ocho de la mañana de un lunes.

Leía el diario. Cada tanto le prestaba atención a una pantalla ubicada en la parte de arriba de una columna.

Aunque no dejaba de escuchar las conversaciones de las mesas que tenía a su alrededor y anotarlas en un cuaderno. Como un grupo de abuelos que hablaban de lo caro que están los remedios mientras recordaban épocas pasadas. O a tres señores de traje y corbata que desde que entraron hasta que se fueron no paraban de mencionar números,bancos, mandar audios por whatsapp,firmar carpetas.

Se levantó a las doce en punto. Después de oír a tres señoras hablando mal de sus ex maridos. Pagó la cuenta, le dió propina al mozo y se fue caminando por Corrientes.

Al día siguiente aquel hombre justo a las doce del mediodía estaba en ese bar. Pidió churrasco con ensalada. Y para tomar vino tinto. Estaba vestido con la misma ropa de la jornada anterior. Miraba las noticias que daba la tv situada en la parte superior de la columna. Sin dejar de interiorizarse por las charlas que provenían de las mesas cercanas. Unos jóvenes que no veían que llegue la hora de salir de la oficina donde trabajaban para ver a sus amigos, parejas. Mientras comían pizza con cerveza y tocaban las pantalla de sus celulares. O la de otro grupo de no paraban de hablar de fútbol. 

Apenas el reloj marcó las cuatro de la tarde dejó el bar para perderse por la avenida Corrientes al igual que el día anterior.

El miércoles llegó a las cuatro de la tarde en punto. Para merendar ordenó café con leche. Acompañado con tres medialunas. Escuchaba los besos y frases de amor de una pareja que se sentó en la mesa de atrás. Sumado a la conversación de un grupo de chicas que salían de la facultad. De como iban con las materias. Sus proyectos. Algunas pensaban viajar para conocer otros países. Anotaba todo en su cuaderno. A las ocho. Luego de escuchar una discusión entre una madre y su hijo adolescente abandonó el bar.


A las 20 horas del jueves  estaba firme en la mesa. Vestido con su ropa habitual. Pidió de cenar una fugazzeta chica. Para tomar cerveza. Se enteraba de los principales sucesos de la jornada observando lo que daba la pantalla colgada en la columna. Aunque le cansaban ver y oír siempre las mismas noticias. Entonces se concentró en lo que ocurría en las otras mesas. Donde un grupo de muchachos, con sus manos ocupadas entre las cuerdas de sus guitarras y el vaso de vino que cada uno bebía, no paraban de hablar del recital que harían el próximo fin de semana. Tambíen, después de escuchar cantar el cumpleaños feliz, se dio cuenta que una abuela llegaba a los cien años. Lo festejaba con varias amigas junto a una gran torta. Sumado a los gritos que provenían de otra mesa donde acaloradamente discutían de política. A las doce en punto pagó la cuenta y salio caminando por la calle Corrientes.


A las 24 horas de la jornada siguiente se hizo presente en aquel bar. Pidió una botella de vino. Oía voces de adolescentes que comían nachos con queso. Cursaban el último año de la secundaria. Aparte de una pareja quejándose por su situación económica, de que la plata les alcanzaba cada vez menos, mientras hablaban de mudarse a otro lugar donde le salga mas barato el alquiler. Como siempre iba escribiendo todo lo que escuchaba. Mas tarde apareció otro grupo de jóvenes que pidieron tragos con alcohol haciendo la previa para ir a bailar. Sacaban selfies y las subían a redes sociales o mandaban por watshap. Hasta que a las cuatro de la mañana en punto pago la botella de vino y se fue.


A las cuatro de la mañana del día domingo llego otra vez a aquel bar. Siempre con la misma ropa. Ordenó nuevamente una botella de vino. Escuchaba a dos chicas y dos chicos con acento caribeño hablando de su vida aquí, de sus estudios en la facultad de filosofía, de política. Después volvió a escuchar besos y frases de amor. Esta vez de una pareja de hombres sentados en una mesa de al lado. Mas tarde oyó el golpe de una botella contra el piso. Y los gritos de un señor en estado de ebriedad que empezaba a insultar. A quien el encargado de seguridad que estaba en la puerta lo sacó.  

A las ocho se levantó de la mesa. Con el sol que pegaba contra el vidrio que daba a la calle. Luego de ver como un grupo de amigos sesentones se juntaban para desayunar, hablar de sus vidas, sus trabajos, esposas, hijos o nietos. Mezclado con temas relacionados a la situación del país, lo que dijo tal diario, si aquel gobierno o el otro fue mejor, algo de fútbol.

Durante los días siguientes aquel hombre no apareció mas por ese bar. Les extrañaba a los mozos. Ya que en esta semana siempre estaba presente.


Hasta que pasado un mes. A las cero horas de un domingo se hizo nuevamente presente. Tras pedir una botella de vino apoyó sobre la mesa un libro que había escrito con todas las conversaciones que fue testigo en aquel sitio. Empezaba a leerlas mientras bebía. Encargó otra botella. Levantaba cada vez mas el tono de voz hasta que los mozos le dijeron que se callara. Pidió otra botella mas. Seguía recitando, ahora murmurando hasta cerrar los ojos.

Las horas pasaban y jamás los volvió a abrir. Llamaron a una ambulancia y vieron que el cuerpo estaba sin vida.

Pasado un tiempo. Los dueños del bar pusieron ese libro junto a los diarios que había en el mostrador para que quien quiera lo leyera. También hicieron fotocopias de algunas historias y las colgaron en las paredes. Junto con la foto de aquel hombre. 


domingo, 12 de mayo de 2019

Los negocios de Hector

Los negocios de Hector

Hector vendía productos por internet a cadenas de supermercados, empresas de seguridad, laboratorios. Hacia contactos con proveedores de diferentes países. Estados Unidos, China, Alemania. Dependiendo el negocio que mejor le convenga. Y alquilaba un enorme depósito para guardar semejante cantidad de artículos. 

Vivía en un piso veinte junto a Marina. Su tercera mujer. Se llevaban dos décadas de diferencia. Ya que él acababa de cumplir los sesenta años y ella rozaba los cuarenta. 
Tres veces por año viajaba por el mundo. Una lo hacía junto a Marina por placer y dos en soledad por negocios. Aunque siempre se daba un tiempo para darse algún gusto. Todas las veces que lo hacia iba en primera clase. Se albergaba en los mejores hoteles. 

Su rutina era levantarse por la mañana. Prepararse un buen desayuno. Leer por su computadora las noticias referidas al sector financiero. Estaba al tanto de las principales monedas del mundo. No dejaba de buscar proveedores que ofrezcan algún artículo que pudiera venderse bien. Para eso también le pagaba a asesores para que lo guiaran. Con sus clientes se comunicaba por skype o watsapp. Si era importante agarraba su auto e iba a visitarlos. Si no mandaba a alguno de sus empleados que tiene a su cargo. Al mediodía solía comer algo en un restaurante y regresar para  hacer la siesta. Después que se levantaba iba unas horas al gimnasio. Al volver se quedaba un rato con la computadora. Mas tarde Marina pedía comida y cenaban juntos. Luego se sentaban en un sillón a ver alguna película. 
Aunque los fines de semana, dependiendo como estaba el tiempo iban con su otro coche a pasar el día a alguna estancia en las afueras de la ciudad, al shoping, al casino. 

Hector no tenía demasiados amigos. Tampoco se relacionaba tanto con la gente. Los pocos eran del sector empresarial, el propietario del piso de abajo de donde él vivía, o alguien que hablaba en el gimnasio acorde a su clase. Al resto de las personas las ignoraba.

Un día, cansado de la ciudad, de la gente. De los limpiavidrios, de renegar con los que le pedían dinero a cambio de estacionar su vehículo, de los mozos que no le traían la comida como él quería, de los que le pedían monedas, de las quejas de sus empleados decidió mudarse.

Mandó a construirse una lujosa mansión a orillas del mar en las afueras de un pequeño pueblo. Eso no le impidió continuar con sus negocios. Ya que alquiló otro deposito sobre una ruta a pocos kilómetros. Aparte de llamar a nuevos empleados para que se dediquen a atenderlos. Compró dos caballos. Uno para él y otro para su mujer. Así en sus ratos libres podían cabalgar por la playa. Ademas de hacerse una cancha de golf y una pileta de natación. Como ahora vivía en una enorme residencia debió contratar personal de limpieza. Gente encargada de cuidar del pasto, las plantas, alimentar a los caballos, ir al pueblo a hacer las compras.

Anteriormente estuvo con Gabriela. Pero con ella no permaneció demasiado tiempo. Desconfiaba si Hector en sus viajes no se veía con alguna otra mujer. Sumado a que como respuesta él, una vez que volvió del aeropuerto porque se olvidó una carpeta, encontró a Gabriela con otro hombre. 

Con la única que tuvo hijos fue con la primera esposa. Patricia. Uno se llamaba Diego y otro Lucas. Con ella convivió ocho años. Patricia era infectóloga. Y por nada en el mundo quería dejar su carrera. A Hector no le gustaba. Ya que él pretendía que la ayudara en su trabajo. Entonces con el tiempo las relación se fue enfriando, aparecían discusiones, peleas. Sumado a que Patricia no estaba de acuerdo con ciertos negocios que era capaz de hacer Hector con tal que le de buen dinero. Como traer armas, golosinas o medicamentos de dudosa calidad, productos electrónicos de origen desconocido. Hasta que un día, aprovechando que Hector se hallaba afuera, se fue junto a sus dos hijos para nunca mas volver. 

A Marina hace cinco años que la conoció. En una fiesta que había hecho un empresario amigo suyo. Allí entre copas, música, palabras surgió una relación. Y hasta el momento se llevaban de manera exelente. Marina lo ayudaba en sus negocios. En los números, porcentajes, ganancias. Y cuando Hector se iba de viaje ella se quedaba a cargo. Cuando el volvía ella, si era de noche lo esperaba con sushi y vino de primera calidad, si lo hacia por la mañana con café, jugo, tortas y facturas. Tambien en los viajes que hacían juntos conoció ciudades como Madrid, Londres, Paris, Venecia

Una noche, las cadenas de noticias anunciaban que venían tormentas fuertes. Intensos vientos, lo que a su vez haría crecer el mar. Tanto Hector como Marina no le llevaron demasiado el apunte. Cenaron rabas con cerveza. De postre helado. Como hacía calor se quedaron un rato en la pileta. Después se acostaron. 

A la mañana siguiente un fuerte estruendo los despertó. Escuchaban ruidos por todas partes. Al levantarse pisaron agua. Les llegaba a los tobillos. Cuando salieron debieron soportar las ráfagas acompañadas por intensas gotas de lluvia. Vieron que el mar borró la playa. Lentamente se estaba metiendo en su residencia. Al levantar la mirada notaron que varios arboles cayeron sobre uno de los autos que tenían destrozándolo por completo, y que las tejas de los pisos de arriba fueron barridas por el viento. 

Hector tomo uno de los coches que estaban a salvo. Se dirigió al depósito que tenía sobre la ruta. Allí la situación no era mejor. Se volaron todas las chapas del techo, las ventanas fueron arrasadas. Lo que hizo que al agua de lluvia cayera directamente sobre su interior inundando y empapando todas las cajas con mercadería. Se agarró la cabeza. Empezó a gritar. Le provocó una tremenda ira. Mas que los daños materiales de la propiedad los productos. Que mojados no servían mas. Y le resultaba una pérdida enorme. 
Fue de nuevo al coche. En la ruta ahora empezaba atravesar anegamientos. El viento a veces golpeaba con tanta fuerza contra el auto que parecía que lo iría a volcar. En el pueblo debió sortear cables y ramas caídas, calles inundadas. 
Al volver le contó a Marina. No paraba de insultar. Se oyó un fuerte ruido. El viento acabó de romper los vidrios del amplio ventanal que tenían en el living. Mientras tanto el agua ya le llegaba hasta las rodillas. No sabía si era del mar o de la lluvia. Menos certeza tenía aun cuando acabaría todo esto. 

Hector y Marina agarraron algo de dinero. Fueron al coche para escapar y regresar cuanto el temporal haya terminado. Esta vez el vehículo no arrancaba. Se desesperaron. No sabían que hacer. Estaban empapados, con ráfagas que parecían que los iban a arrastrar, bajo una lluvia torrencial. No les quedaba otra que ir a pie por el camino de tierra que los llevaba al pueblo. Tierra que ahora era un barrial lleno de charcos. Una vez que llegaron fueron al primer hotel que encontraron. Tampoco había luz. Al llegar la noche estaba todo a oscuras. No había ningún lugar abierto. Se quedaron sin cenar. 

A la mañana siguiente la tormenta había pasado. El sol volvió a salir. Caminaron de nuevo a su mansión. Para ello tuvieron que esquivar zonas anegadas, postes de luz, objetos como chapas, madera que habían volado. 
Cuando llegaron los invadió un fuerte sentimiento de impotencia. Todas las paredes resquebrajadas. Ventanas y techos que faltaban. Sumado a que el interior estaba todo lleno de agua y barro. No sabían que hacer. Perdieron enormes objetos de valor, electrodomésticos, documentos. Aparte del dinero. No tenían nada. Ni siquiera alimentos. No comieron desde el día anterior.

Entonces Hector caminó otra vez al pueblo para ver si alguien le podía dar dinero o algo para comer

sábado, 27 de abril de 2019

Pensamientos de colores

Pensamientos de colores

Verde como la vida
Azul como la frescura
Rojo como la sangre.
Rosa como el amor
Naranja como el fuego
Celeste como la esperanza
Blanco como la pureza
Marrón como los recuerdos
Gris como la rutina.
Negro como la muerte.

El cerebro
Una esfera alocada que no para de girar

El corazón
El tanque que le lleva combustible para que no detenga su andar

Mostrando en el viaje 

Imágenes
Recuerdos
Sensaciones
Melodías

Una espesa bruma
Hermosas playas
Alegres mañanas
Noches sin luna
Tiritando en medio de un intenso frío
Transpirados bajo un ardiente sol

Un eterno merodear por todos estos estados